El caso Cipriani. Otro cardenal al que el Papa ha condenado sin proceso

Giovanni Angelo Becciu no es el úni­co car­de­nal que el Papa Francisco ha con­de­na­do como un monar­ca abso­lu­to, pri­ván­do­lo del ejer­ci­cio de sus fun­cio­nes sin nin­gu­na veri­fi­ca­ción pro­ce­sal de las acu­sa­cio­nes y sin impor­tar que el casti­ga­do siem­pre se haya decla­ra­do ino­cen­te. Una suer­te simi­lar le tocó tam­bién a Juan Luis Cipriani Thorne (en la foto), arzo­bi­spo emé­ri­to de Lima, en Perú.

El casti­go se remon­ta al bie­nio 2018–2019, pero solo recien­te­men­te se ha teni­do noti­cia de ello, a raíz de un artí­cu­lo del 25 de ene­ro del dia­rio español “El País” sobre un abu­so sexual que el car­de­nal habría come­ti­do en 1983, cuan­do era un sim­ple sacer­do­te, y que habría sido denun­cia­do al Papa 35 años después.

Las reve­la­cio­nes de “El País” desa­ta­ron una tor­men­ta de reac­cio­nes opue­stas: por un lado, los que defien­den su ino­cen­cia, enca­be­za­dos por el pro­pio car­de­nal Cipriani, y por el otro, los que lo con­si­de­ran cul­pa­ble, entre los que se encuen­tra su suce­sor y adver­sa­rio en Lima, el car­de­nal Carlos Gustavo Castillo Mattasoglio. El Vaticano, por su par­te, con­fir­mó las san­cio­nes impue­stas al pre­sun­to cul­pa­ble.

Cipriani reac­cio­nó pri­me­ro con una car­ta al dia­rio español y lue­go, el 29 de ene­ro, con otra car­ta al pre­si­den­te de la con­fe­ren­cia epi­sco­pal perua­na, que el día ante­rior se había decla­ra­do del lado del Papa.

El car­de­nal Castillo, en cam­bio, se diri­gió al “pue­blo de Dios” con una decla­ra­ción del 28 de ene­ro, expre­san­do su total apoyo al papa Francisco “por su sabia mane­ra de ejer­cer la justi­cia en la Iglesia” y su ple­na con­fian­za “en los pro­ce­di­mien­tos y her­ra­mien­tas pena­les canó­ni­cas que la Santa Sede ha uti­li­za­do”, en con­tra de per­so­nas que “se nie­gan a reco­no­cer la ver­dad de los hechos” y las deci­sio­nes con­se­cuen­tes, ale­gan­do “vanas justi­fi­ca­cio­nes”.

En cuan­to al Vaticano, fue el direc­tor de la sala de pren­sa, Matteo Bruni, quien con­fir­mó el 26 de ene­ro que “tras la acep­ta­ción de su renun­cia como arzo­bi­spo de Lima”, al car­de­nal Cipriani “se le impu­so un pre­cep­to penal con algu­nas medi­das disci­pli­na­rias rela­cio­na­das con su acti­vi­dad públi­ca, su lugar de resi­den­cia y el uso de las insi­gnias car­de­na­li­cias”, una medi­da “fir­ma­da y acep­ta­da” por el pro­pio Cipriani y que “sigue vigen­te, aun­que en oca­sio­nes espe­cí­fi­cas se le han con­ce­di­do algu­nos per­mi­sos para aten­der soli­ci­tu­des rela­cio­na­das con su edad y situa­ción fami­liar”.

Al difun­dir esta decla­ra­ción, el noti­cie­ro ofi­cial “Vatican News” resu­mió así la répli­ca de Cipriani a “El País”:

“El octo­ge­na­rio Cipriani, actual­men­te resi­den­te en Madrid, en un comu­ni­ca­do cali­fi­có las acu­sa­cio­nes como ‘com­ple­ta­men­te fal­sas’. ‘No he come­ti­do nin­gún cri­men, ni he abu­sa­do sexual­men­te de nadie en 1983, ni antes ni después’, se lee en el tex­to, don­de el car­de­nal con­fir­ma la exi­sten­cia de una que­ja en su con­tra en 2018 y el hecho de que, en 2019, sin que se abrie­ra un pro­ce­so, fue infor­ma­do por el nun­cio en Perú que la enton­ces Congregación para la Doctrina de la Fe le había impue­sto una serie de san­cio­nes. Entre ellas, la limi­ta­ción del mini­ste­rio sacer­do­tal, una resi­den­cia esta­ble fue­ra del país y el silen­cio. ‘Lo cual he cum­pli­do hasta aho­ra’, escri­be Cipriani. También con­si­de­ra ‘gra­ve’ que se publi­quen infor­ma­cio­nes ‘que pare­cen pro­ve­nir de docu­men­ta­ción reser­va­da’”.

En resu­men, todo lo que se sabe hasta aho­ra del caso es lo que han dicho en los últi­mos días algu­nos de sus pro­ta­go­ni­stas, desde ban­dos opue­stos. Con no pocas con­tra­dic­cio­nes y con una pre­mi­sa que debe tener­se en cuen­ta: la per­te­nen­cia de Cipriani al Opus Dei.

En Perú, el Opus Dei está fuer­te­men­te pre­sen­te, con una uni­ver­si­dad en la ciu­dad de Piura y con Cipriani como uno de sus prin­ci­pa­les expo­nen­tes. Nacido en 1943 en Lima, en su juven­tud fue cam­peón de balon­ce­sto con fun­cio­nes en la selec­ción nacio­nal, lue­go acti­vo en el cam­po de la inge­nie­ría, miem­bro del Opus Dei desde 1962, estu­dios de teo­lo­gía en Roma y España, orde­na­do sacer­do­te en 1977, lue­go de nue­vo en Lima como pro­fe­sor y direc­tor espi­ri­tual en el semi­na­rio. Es en 1983 cuan­do se encuen­tra varias veces en con­fe­sión con un ado­le­scen­te en esta­do de desam­pa­ro, al que habría dado con­sue­lo con una desme­di­da efu­sión de besos y abra­zos —pero nada más, según el rela­to de “El País”—, que muchos años después le serían impu­ta­dos como abu­sos sexua­les en una denun­cia secre­ta al Papa por par­te de la pre­sun­ta víc­ti­ma.

Ya en ese leja­no año 1983, inme­dia­ta­men­te después de la inter­ru­p­ción de los encuen­tros entre ambos, ese joven, a tra­vés de un ami­go, había acu­sa­do de actos impro­pios a su con­fe­sor ante el enton­ces vica­rio regio­nal del Opus Dei, reci­bien­do como respue­sta la segu­ri­dad de que Cipriani había nega­do las acu­sa­cio­nes y que, en todo caso, sus “afec­tos pater­nos” habían sido malin­ter­pre­ta­dos.

Pero en ese momen­to el inci­den­te no tuvo segui­mien­to y nada obsta­cu­li­zó el ascen­so de Cipriani, quien se con­vir­tió en vica­rio del Opus Dei en Perú y lue­go vice­can­cil­ler de la Universidad de Piura, pero sobre todo fue pro­mo­vi­do a obi­spo por Juan Pablo II en 1988, pri­me­ro de Ayacucho y lue­go, desde 1999, de Lima, con el car­de­na­la­to en 2001.

Sin embar­go, la Iglesia perua­na tam­bién está muy divi­di­da, con el Opus Dei fuer­te­men­te ata­ca­do, espe­cial­men­te por los jesui­tas. Y la elec­ción como Papa en 2013 del jesui­ta Jorge Mario Bergoglio, ya cono­ci­do en Argentina por su ene­mi­stad con el Opus, fue un duro gol­pe tan­to para esta orga­ni­za­ción, que duran­te su pon­ti­fi­ca­do sufrió un drá­sti­co recor­te, como para Cipriani, quien cin­co años después, en el vera­no de 2018, fue infor­ma­do por el Vaticano de la denun­cia pre­sen­ta­da al Papa por el abu­so que se le impu­ta­ba en 1983.

El inter­me­dia­rio para entre­gar la car­ta de denun­cia al Papa Francisco fue el chi­le­no Juan Carlos Cruz, perio­di­sta, hoy miem­bro de la comi­sión pon­ti­fi­cia para la pro­tec­ción de meno­res y él mismo víc­ti­ma, en su ado­le­scen­cia, de abu­sos, estos sí jurí­di­ca­men­te com­pro­ba­dos.

Sin embar­go, hasta hoy se desco­no­ce el nom­bre del autor de la denun­cia y pre­sun­ta víc­ti­ma, tam­bién por­que una soli­ci­tud suya, en ese mismo vera­no de 2018, de una reu­nión con el vica­rio del Opus Dei en Perú, pre­sen­ta­da nue­va­men­te a tra­vés de un ami­go, fue recha­za­da “para no inter­fe­rir en una acu­sa­ción for­mal ya ini­cia­da ante la Santa Sede”, como reve­ló el pro­pio vica­rio Ángel Gómez-Hortigüela en un comu­ni­ca­do del pasa­do 26 de ene­ro.

El hecho es que el 25 de ene­ro de 2019, pocos días después de que Cipriani cum­plie­ra 75 años, la edad canó­ni­ca de jubi­la­ción de los obi­spos, el Papa Francisco lo remo­vió de la guía de la archi­dió­ce­sis de Lima, nom­bran­do en su lugar a su acér­ri­mo ene­mi­go, Carlos Gustavo Castillo Mattasoglio.

Castillo siem­pre ha elo­gia­do como su mae­stro a Gustavo Gutiérrez (1928–2024), padre de la pro­gre­si­sta teo­lo­gía de la libe­ra­ción, y es teó­lo­go él mismo, con un doc­to­ra­do en Roma en la Pontificia Universidad Gregoriana y una cáte­dra en Lima hasta 2019 en la Pontificia Universidad Católica del Perú, una uni­ver­si­dad que tam­bién ha sido obje­to de un pro­lon­ga­do con­flic­to con el car­de­nal Cipriani, empeña­do en qui­tar­le la facul­tad de deno­mi­nar­se “Pontificia” y “Católica”, y con la secre­ta­ría de Estado vati­ca­na que le dio la razón en 2012, aun­que lue­go recu­pe­ró ambos títu­los en 2016 por volun­tad del Papa Francisco.

Los adver­sa­rios del car­de­nal Cipriani le han impu­ta­do de todo: su ami­stad con el pre­si­den­te autó­cra­ta de Perú, Alberto Fujimori, inclu­so después de su caí­da en desgra­cia; la defen­sa del ex ordi­na­rio castren­se Guillermo Abanto Guzmán, remo­vi­do en 2012 por tener un hijo; la defen­sa del ex obi­spo auxi­liar de Ayacucho Gabino Miranda Melgarejo, remo­vi­do en 2013 por abu­sos sexua­les com­pro­ba­dos, que él con­si­de­ró solo “actos impru­den­tes”; y la defen­sa hasta el últi­mo momen­to del “Sodalitium Christianae Vitae”, supri­mi­do por la Santa Sede el 26 de ene­ro pasa­do por la gran can­ti­dad de abu­sos sexua­les y psi­co­ló­gi­cos acu­mu­la­dos por su fun­da­dor, Luis Fernando Figari, y sus cóm­pli­ces.

Pero el ver­da­de­ro desti­no de Cipriani después de su remo­ción de la archi­dió­ce­sis de Lima depen­día del resul­ta­do de esa denun­cia por abu­so sexual, que efec­ti­va­men­te lle­gó a su fin el 18 de diciem­bre de ese mismo año 2019, cuan­do el enton­ces nun­cio en Perú, Nicola Girasoli, se pre­sen­tó ante él con la soli­ci­tud de obe­de­cer una serie de san­cio­nes impue­stas por la con­gre­ga­ción para la doc­tri­na de la fe con la apro­ba­ción del Papa.

Sobre la base de qué veri­fi­ca­cio­nes de los hechos habían sido impue­stas esas san­cio­nes, a Cipriani no se le infor­mó, ni se le entre­gó docu­men­ta­ción de un pro­ce­so que nun­ca exi­stió. Simplemente se le pidió que fir­ma­ra la acep­ta­ción de esos casti­gos, lo cual hizo, aña­dien­do “por escri­to en el mismo acto” que “la acu­sa­ción era abso­lu­ta­men­te fal­sa”, como reve­la­ría en su car­ta al pre­si­den­te de la con­fe­ren­cia epi­sco­pal perua­na del pasa­do 29 de ene­ro.

Poco después, el 4 de febre­ro de 2020, Cipriani se reu­nió en Roma con el Papa Francisco y —escri­bi­ría en su répli­ca a “El País”— “el Santo Padre me per­mi­tió rea­nu­dar mis tareas pasto­ra­les”, la pre­di­ca­ción, la admi­ni­stra­ción de los sacra­men­tos, aun­que siem­pre con la obli­ga­ción de resi­dir lejos de Perú, como efec­ti­va­men­te ha hecho hasta aho­ra, esta­ble­cién­do­se pri­me­ro en Roma y lue­go en Madrid, sal­vo raros regre­sos a su patria (el últi­mo para reci­bir el 7 de ene­ro pasa­do una con­de­co­ra­ción del alcal­de de Lima y miem­bro del Opus Dei, Rafael López Aliaga), así como de man­te­ner el silen­cio, roto solo después de la publi­ca­ción de sus pre­sun­tas fecho­rías y los ata­ques de sus adver­sa­rios en Perú.

El mayor de sus acu­sa­do­res actua­les es pre­ci­sa­men­te su suce­sor en Lima, Castillo, hecho car­de­nal por el Papa Francisco el pasa­do diciem­bre, quien en su car­ta abier­ta del 28 de ene­ro lle­ga a escri­bir sobre Cipriani, sin nom­brar­lo: “Dado que en los últi­mos meses, tras inve­sti­ga­cio­nes serias y pre­ci­sas, exi­sten per­so­nas e insti­tu­cio­nes que se nie­gan a reco­no­cer la ver­dad de los hechos y las deci­sio­nes toma­das por la Santa Sede, invi­ta­mos a todos a refle­xio­nar a tra­vés de un cami­no de con­ver­sión que impli­que el aban­do­no de las vanas justi­fi­ca­cio­nes, la ter­que­dad y el recha­zo de la ver­dad, la cual, cuan­do es humil­de­men­te acep­ta­da, nos hace a todos libres”.

Curiosamente, Castillo, pocos días antes, era el favo­ri­to en la elec­ción del nue­vo pre­si­den­te de la con­fe­ren­cia epi­sco­pal perua­na, en la que sin embar­go fue der­ro­ta­do, tam­bién por los efec­tos de una polé­mi­ca sobre un espec­tá­cu­lo pro “géne­ro” pro­gra­ma­do para el 30 de ene­ro en la Pontificia Universidad Católica del Perú, titu­la­do “María Maricón”, con la Virgen inter­pre­ta­da por un hom­bre, un espec­tá­cu­lo final­men­te can­ce­la­do pero defen­di­do por el car­de­nal.

En su lugar, el 22 de ene­ro fue ele­gi­do pre­si­den­te de la con­fe­ren­cia Carlos Enrique García Camader, obi­spo de Lurín, pero ante­rior­men­te auxi­liar de Cipriani en Lima. Sin embar­go, él tam­bién se abstu­vo de defen­der a su ex arzo­bi­spo en la decla­ra­ción emi­ti­da por su nue­vo car­go el 28 de ene­ro.

“Lamentablemente, no es la pri­me­ra vez que un car­de­nal es acu­sa­do con fal­se­da­des, con nar­ra­cio­nes de detal­les esca­bro­sos”, escri­bió Cipriani en su répli­ca a “El País”.

Su alu­sión es al menos a dos casos, ambos con pro­ta­go­ni­stas car­de­na­les de pri­mer nivel, acu­sa­dos de gra­ves abu­sos sexua­les que lue­go resul­ta­ron com­ple­ta­men­te infun­da­dos: el austra­lia­no George Pell (1941–2023) y el esta­dou­ni­den­se Joseph Bernardin (1928–1996).

En ambos casos, sin embar­go, su com­ple­ta ino­cen­cia fue esta­ble­ci­da por vías lega­les y públi­cas. Todo lo con­tra­rio de la con­de­na sin pro­ce­so impue­sta por el Papa Francisco a Cipriani, con la con­fu­sa guer­ra que ha sur­gi­do de ello.

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Sandro Magister ha sido fir­ma histó­ri­ca, como vati­ca­ni­sta, del sema­na­rio “L’Espresso”.
Los últi­mos artí­cu­los en español de su blog Settimo Cielo están en esta pági­na.
Todos los artí­cu­los de su blog Settimo Cielo están dispo­ni­bles en español desde 2017 hasta hoy.
También el índi­ce com­ple­to de todos los artí­cu­los en español, desde 2006 a 2016, de www.chiesa, el blog que lo pre­ce­dió.

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