No solo Gaza. Quién y por qué quiere expulsar a los cristianos de Tierra Santa

Lo ocur­ri­do recien­te­men­te en Gaza fue expue­sto con pala­bras cla­ras, segu­ra­men­te acor­da­das con el papa, por el secre­ta­rio de Estado vati­ca­no Pietro Parolin, en la entre­vi­sta al Tg2Post del 18 de julio, cuan­do dijo que “es nece­sa­rio” que Israel “diga efec­ti­va­men­te qué ha suce­di­do: si fue real­men­te un error, algo de lo que se pue­de dudar legí­ti­ma­men­te, o si hubo una volun­tad de ata­car direc­ta­men­te una igle­sia cri­stia­na, sabien­do bien que los cri­stia­nos son un ele­men­to de mode­ra­ción pre­ci­sa­men­te den­tro del mar­co de Oriente Medio y tam­bién en las rela­cio­nes entre pale­sti­nos y judíos”.

En rea­li­dad, la bom­ba caí­da el día ante­rior sobre la igle­sia cató­li­ca de la Sagrada Familia en Gaza (ver foto), que der­ri­bó par­te del techo y dejó tres muer­tos y diez heri­dos entre los 550 fie­les que allí se refu­gia­ban dia­ria­men­te, es solo la últi­ma señal de una cre­cien­te ola de recha­zo a la pre­sen­cia cri­stia­na en Tierra Santa por par­te de un sec­tor con­si­de­ra­ble del judaí­smo, con sus par­ti­dos y mini­stros faná­ti­cos, con sus colo­nos que actúan con vio­len­cia en los ter­ri­to­rios ocu­pa­dos, con sus sol­da­dos into­le­ran­tes con las órde­nes. Es ese extre­mi­smo mesiá­ni­co que el gobier­no de Benjamin Netanyahu apoya con los hechos y que hace irrea­li­za­ble cual­quier solu­ción polí­ti­ca de la guer­ra, ni la de los dos Estados, el israe­lí y el pale­sti­no, ni la de un úni­co Estado con dos pue­blos con igua­les dere­chos.

En el Ángelus del domin­go siguien­te, 20 de julio, el papa León nom­bró a los tres cri­stia­nos ase­si­na­dos: Saad Issa Kostandi Salameh, Foumia Issa Latif Ayyad, Najwa Ibrahim Latif Abu Daoud, este últi­mo joven cor­re­spon­sal de “L’Osservatore Romano” en Gaza. Y a “nue­stros ama­dos cri­stia­nos de Oriente Medio” les dijo “gra­cias por vue­stro testi­mo­nio de fe”, es decir, en otras pala­bras, por su mar­ti­rio.

Pero León tam­bién se expre­só con pala­bras ine­quí­vo­cas con­tra el “despla­za­mien­to for­za­do de pobla­ción”, que es lo que los judíos extre­mi­stas quie­ren para los pale­sti­nos, sus con­na­cio­na­les, qui­zás hacia desti­nos sur­rea­li­stas loca­li­za­dos últi­ma­men­te en Libia, Etiopía o Indonesia.

Cierto, la bom­ba sobre la igle­sia de la Sagrada Familia, úni­co y pequeño encla­ve cató­li­co en la Franja de Gaza, obli­gó a inter­ve­nir al más alto nivel. Se movió Donald Trump, y al día siguien­te el pro­pio Netanyahu lla­mó por telé­fo­no a León XIV para expre­sar­le su pesar, en una con­ver­sa­ción de una hora de la que infor­mó pri­me­ro la Santa Sede, en la que el Papa rei­te­ró “la urgen­cia de pro­te­ger los luga­res de cul­to y, sobre todo, a los fie­les y a todas las per­so­nas en Palestina e Israel”.

También el pre­si­den­te del Estado de Palestina, Mahmoud Abbas, la maña­na del lunes 21 de julio, lla­mó al Papa, quien en la con­ver­sa­ción reno­vó su lla­ma­da con­tra “el uso indi­scri­mi­na­do de la fuer­za y el tra­sla­do for­za­do de la pobla­ción”.

El patriar­ca lati­no de Jerusalén, el car­de­nal Pierbattista Pizzaballa, se tra­sla­dó de inme­dia­to a Gaza jun­to al patriar­ca greco-ortodoxo Teófilo III, y reci­bió una lla­ma­da del papa León justo cuan­do esta­ba blo­quea­do a la entra­da de la ciu­dad espe­ran­do el per­mi­so de los man­dos israe­líes. Lo seguían camio­nes con tone­la­das de ali­men­tos y medi­ci­nas, que sin embar­go tuvie­ron que espe­rar días antes de poder entrar a distri­buir la ayu­da: “no solo a los cri­stia­nos, sino a todos los que la nece­si­tan”, sub­rayó Pizzaballa duran­te sus tres días de visi­ta en la Franja, la ter­ce­ra en pocos meses.

En rea­li­dad, hace ya un año y medio, la igle­sia de la Sagrada Familia había teni­do víc­ti­mas. Fue el 16 de diciem­bre de 2023, cuan­do un fran­co­ti­ra­dor del ejér­ci­to israe­lí —tam­bién enton­ces se dijo que fue un error, anun­cian­do una inve­sti­ga­ción que nun­ca con­cluyó— mató a dos muje­res cri­stia­nas e hirió a otras sie­te en el bre­ve trayec­to entre la igle­sia y el con­ven­to de las her­ma­nas de la Madre Teresa.

Pero lo más impor­tan­te es que la bom­ba sobre la igle­sia de Gaza es solo el últi­mo acto de una cada vez más agre­si­va ero­sión de la pre­sen­cia cri­stia­na en Tierra Santa, den­tro de esa mucho más amplia “matan­za de ino­cen­tes” —“inú­til e inju­sti­fi­ca­ble”— prac­ti­ca­da por Israel, pero antes aún por Hamas, de la que el papa León cla­ma incan­sa­ble­men­te por su fin.

De esta ero­sión es emble­ma lo que está ocur­rien­do en Taybeh, el anti­guo pue­blo tra­di­cio­nal­men­te iden­ti­fi­ca­do con el lla­ma­do “Efraín” en el Evangelio de Juan (11,54), don­de Jesús se habría reti­ra­do antes de su últi­ma Pascua.

Taybeh, no lejos de Ramala, la capi­tal admi­ni­stra­ti­va de los ter­ri­to­rios pale­sti­nos, es hoy el últi­mo pue­blo de Cisjordania ente­ra­men­te habi­ta­do por cri­stia­nos, en total 1.500, de los cua­les 600 son cató­li­cos.

Pero los colo­nos judíos ultraor­to­do­xos que lo rodean son cada vez más into­le­ran­tes ante esta pre­sen­cia, que con­si­de­ran inde­bi­da. Quieren un Israel puri­fi­ca­do “del río al mar”, del Jordán al Mediterráneo, de toda pre­sen­cia pale­sti­na, ya sea musul­ma­na o cri­stia­na. Y ator­men­tan siste­má­ti­ca­men­te a los habi­tan­tes del pue­blo, sin nin­gún fre­no por par­te del ejér­ci­to israe­lí.

El 7 de julio, tras días de cre­cien­te vio­len­cia, algu­nos colo­nos pren­die­ron fue­go a la anti­gua igle­sia de San Jorge, del siglo V, y al cer­ca­no cemen­te­rio. Cuenta el pár­ro­co lati­no del pue­blo, Bashar Fawadleh: “Más de vein­te jóve­nes cor­rie­ron con­mi­go al lugar y logra­ron apa­gar el fue­go, mien­tras los agre­so­res se que­da­ron miran­do. También blo­quea­ron las cal­les con sus autos, impi­dién­do­nos usar­los, mien­tras las prin­ci­pa­les vías de acce­so y sali­da de Taybeh seguían cer­ra­das por los pue­stos de con­trol del ejér­ci­to”.

El 14 de julio, los patriar­cas y líde­res de las Iglesias de Jerusalén, entre ellos el car­de­nal Pizzaballa, visi­ta­ron el lugar y lue­go emi­tie­ron una seve­ra decla­ra­ción con­jun­ta. En ella se lee, entre otras cosas:

“En los últi­mos meses, los ‘radi­ca­les’ israe­líes han lle­va­do su gana­do a pastar en las gra­n­jas de los cri­stia­nos del área agrí­co­la al este de Taybeh, hacién­do­la inac­ce­si­ble y dañan­do los oli­va­res de los que depen­den las fami­lias. El mes pasa­do, varias casas fue­ron ata­ca­das por estos ‘radi­ca­les’, que pren­die­ron fue­go y colo­ca­ron un car­tel con la fra­se: ‘No hay futu­ro para voso­tros aquí’. La Iglesia ha esta­do pre­sen­te fiel­men­te en esta tier­ra duran­te casi dos mil años. Rechazamos fir­me­men­te este men­sa­je de exclu­sión y rea­fir­ma­mos nue­stro com­pro­mi­so con una Tierra Santa que sea un mosai­co de dife­ren­tes reli­gio­nes, vivien­do jun­tas en paz con digni­dad y segu­ri­dad”.

Pero la vio­len­cia no se detu­vo. El 17 de junio, algu­nos colo­nos judíos lle­va­ron sus vacas a pastar entre las rui­nas cal­ci­na­das de la igle­sia de San Jorge, en un cla­ro insul­to a la sacra­li­dad del lugar.

Incluso el emba­ja­dor de Estados Unidos en Israel, Mike Huckabee, cono­ci­do desde hace tiem­po por su fer­vien­te apoyo a los colo­nos judíos, con­de­nó como “ter­ro­ri­stas” estos ata­ques con­tra Taybeh y el 19 de julio visi­tó la loca­li­dad, tam­bién tras el ase­si­na­to en una zona cer­ca­na de un joven pale­sti­no con ciu­da­da­nía esta­dou­ni­den­se, visi­tan­do una comu­ni­dad evan­gé­li­ca tam­bién bajo ata­que.

Pero lo que ha pro­vo­ca­do una enor­me alar­ma en todo el mun­do, y espe­cial­men­te en los altos man­dos de la Iglesia cató­li­ca, es la “bar­ba­rie” dia­ria que sie­ga la vida de dece­nas de habi­tan­tes de Gaza que acu­den a los cen­tros de distri­bu­ción de ali­men­tos de la Gaza Humanitarian Foundation, con con­tra­ti­stas esta­dou­ni­den­ses y sol­da­dos israe­líes abrien­do fue­go con­tra ellos, con poste­rio­res justi­fi­ca­cio­nes que nun­ca son veri­fi­ca­das seria­men­te.

El car­de­nal Pizzaballa tam­bién vio con sus pro­pios ojos y denun­ció la ham­bru­na gene­ra­li­za­da que afec­ta a la pobla­ción de Gaza, cla­ra­men­te pro­vo­ca­da por las auto­ri­da­des israe­líes. Pero tam­bién acla­ró, en una entre­vi­sta con Vatican News, que “no tene­mos nada con­tra el mun­do judío y no que­re­mos en abso­lu­to pare­cer como quie­nes van con­tra la socie­dad israe­lí y con­tra el judaí­smo, pero tene­mos el deber moral de expre­sar con abso­lu­ta cla­ri­dad y fran­que­za nue­stra crí­ti­ca a la polí­ti­ca que este gobier­no está adop­tan­do en Gaza”.

Sobre el futu­ro de esta pobla­ción ham­brien­ta y bom­bar­dea­da, Pizzaballa dijo que “algu­nos se irán, pero la mayo­ría se que­da­rá allí”. Y alu­dien­do a lo insi­nua­do por Trump: “No habrá bal­nea­rios en Gaza”.

Cierto, en Gaza y Cisjordania los pale­sti­nos cri­stia­nos han dismi­nui­do nota­ble­men­te. Pero no den­tro de las fron­te­ras del Estado de Israel, del que ni siquie­ra los más de 2 mil­lo­nes de ciu­da­da­nos ára­bes musul­ma­nes pare­cen que­rer emi­grar.

La futu­ra solu­ción polí­ti­ca de la guer­ra en Tierra Santa hoy pare­ce una uto­pía, pero no pue­de ser otra que esta: un solo Estado para dos pue­blos y tres reli­gio­nes, den­tro de las fron­te­ras de lo que ori­gi­nal­men­te fue el “Mandato Británico de Palestina”.

Es la solu­ción que tam­bién se ali­men­ta en silen­cio en el Vaticano, para quien lee con aten­ción “La Civiltà Cattolica” y los últi­mos minu­cio­sos artí­cu­los del jesui­ta David Neuhaus, judío y ciu­da­da­no de Israel.

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Sandro Magister ha sido fir­ma histó­ri­ca, como vati­ca­ni­sta, del sema­na­rioL’Espresso”.
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