En el diálogo entre el rabino jefe de Roma, Riccardo Di Segni (en la foto), y el periodista judío "disidente" Gad Lerner –recogido en un libro recién publicado en Italia titulado "Judíos en guerra" – , un capítulo completo está dedicado a las relaciones entre la Iglesia de Roma e Israel. Con observaciones de gran interés, más aún después del sí de Hamás a la liberación de todos los rehenes y las declaraciones del Secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Pietro Parolin, a “L'Osservatore Romano”, en el segundo aniversario de la masacre del 7 de octubre.
Di Segni deja claro de inmediato que "la condición judía es compleja, es una mezcla de religión y nación". Y son precisamente las respuestas de la Iglesia católica a esta complejidad, con sus oscilaciones y contradicciones, las que marcan los altibajos de la relación entre las dos religiones en las últimas décadas.
En opinión del rabino jefe de Roma, el momento culmen de este diálogo se alcanzó con Benedicto XVI, quien "escribió cosas muy importantes y positivas sobre el judaísmo". Benedicto XVI supo ir al corazón de la "incomprensión" entre las dos religiones. "Mientras que para los cristianos resulta incomprensible que los judíos no crean en Cristo, para los judíos resulta incomprensible que los cristianos sí crean en él. Esta incomprensión mutua puede llevar a agresividad o a incomunicabilidad, o se puede evitar remitiéndola al fin de los tiempos, pensando en cambio en qué hacer juntos hoy". Y es este "el aspecto práctico del diálogo el que en esencia prevaleció con Benedicto XVI, a pesar de sus rigideces de principio".
Efectivamente, con Joseph Ratzinger como papa ocurrió precisamente así. En el primero de sus tres volúmenes sobre "Jesús de Nazaret", al comentar el Sermón de la montaña, atribuyó al rabino estadounidense Jacob Neusner, que se había imaginado contemporáneo de Jesús y su oyente, el mérito de haberle "abierto los ojos sobre la grandeza de la palabra de Jesús y la elección frente a la cual nos sitúa el Evangelio", por "la franqueza y el respeto" con que aquel judío creyente decía no poder seguir a Jesús.
Y además, para probar de qué modo Benedicto XVI iba al corazón de las dos religiones, se puede citar su rechazo de la expresión "hermanos mayores" con la que muchos papas, desde Juan XXIII hasta Francisco, se han dirigido a los judíos. Para él, esta expresión "no puede ser bien recibida por ellos, porque en la tradición judía el 'hermano mayor', es decir, Esaú, es también el hermano abyecto". En su opinión, los judíos son más bien "nuestros 'padres en la fe'", expresión que "describe con mayor claridad nuestra relación".
Sin embargo, luego, con Francisco, cambió mucho el tema, en opinión de Di Segni. Y a peor.
Una señal premonitoria, relatada en el libro por Lerner, fue la visita de Francisco a la Sinagoga Mayor de Roma, el 17 de enero de 2016, en la que el papa "evitó con cuidado citar al Estado de Israel" y por lo tanto "el vínculo especial con la tierra" que caracteriza al pueblo judío.
n esa ocasión, el rabino jefe de Roma, al recibir al huésped, no dejó de protestar por este silencio : "Muchos signos –dijo– reafirman la relación esencial y religiosa que tenemos con la tierra que nos fue prometida. Comprender este vínculo no debería ser una dificultad para quien respeta la Biblia, pero aún lo es".
Efectivamente, la Santa Sede, al relacionarse con la existencia del Estado de Israel, siempre se ha movido "en una perspectiva que no es en sí misma religiosa sino que se refiere a los principios comunes del derecho internacional", como expuso en "La Civiltà Cattolica" del 16 de mayo de 2024 el jesuita judío y ciudadano israelí David Neuhaus, gran experto en el diálogo judeocristiano.
Pero que esto toca un punto muy sensible en la relación entre la Iglesia católica e Israel es evidente, y en el libro el rabino Di Segni lo ha puesto plenamente de relieve.
Cristianos y judíos, dice, tienen en común la Biblia hebrea, pero "las interpretaciones pueden ser radicalmente diferentes. Desde las páginas iniciales del primer libro, el Génesis, el tema de la promesa de la tierra a la descendencia de los patriarcas es central, al menos en la experiencia judía". Pero "para los cristianos el tema central es otro, el anuncio del Mesías". Y durante siglos su convicción había sido que los judíos no podían regresar a su tierra sino después de haber reconocido como Mesías a Jesús, a quien, en cambio, habían matado.
Pero hoy que "la respuesta antigua ya no funciona", continúa Di Segni, "un creyente católico debería plantearse un problema de interpretación. El papa Benedicto XVI había dicho algo en ese sentido, aunque no tan explícitamente desde el punto de vista doctrinal".
¿Y con Francisco ? El juicio del rabino Di Segni sobre el penúltimo Papa es muy crítico.
Respecto al conflicto en Gaza, "la elección del papa Francisco sobre cómo posicionarse fue clara ya al día siguiente del 7 de octubre de 2023, cuando denunció como terrorismo tanto la acción de Hamás como la temida respuesta israeliana, cualquiera que fuera".
Para dar cuerpo a esta equiparación fue particularmente significativa la audiencia concedida por Francisco el 22 de noviembre siguiente a familiares de rehenes judíos en manos de Hamás y a parientes de terroristas palestinos detenidos en las cárceles israelíes, acompañada de la declaración de que también la guerra librada por Israel "es terrorismo", y más aún, "es genocidio".
Después del 7 de octubre, dice Di Segni, "de los amigos se habría esperado empatía y solidaridad". Al contrario, "llegó una equidistancia gélida, cuando no el abierto posicionamiento con el otro bando […], hasta alabar al gobierno iraní", como efectivamente habría ocurrido después de una audiencia del Papa con Ebrahim Raisi, según el relato difundido por el entonces presidente de Irán.
Y en las raíces de esta actitud de Francisco, según el rabino jefe de Roma, habría habido "dos motivos especiales": el primero "la preocupación por la suerte de los cristianos en los países árabes", con los consiguientes "compromisos con los regímenes islámicos"; el segundo "el origen y la cultura original del papa Francisco, más tercermundista que occidental".
Que la procedencia geográfica de Jorge Mario Bergoglio pesara en su visión geopolítica es una tesis compartida y expresada también por David Neuhaus, en su citado artículo de "La Civiltà Cattolica".
No sorprende, por tanto, que a Francisco se le hayan dirigido muchas críticas públicas, por parte de representantes del rabinato y del judaísmo de todo el mundo. Sin que ese Papa mostrara nunca tenerlas en cuenta.
Porque en la actitud de Francisco hacia el judaísmo también han llamado la atención sus silencios.
Por último, con su repentina decisión de liquidar con rápidos saludos, sin leer el discurso preparado para la ocasión, la audiencia concedida el 6 de noviembre de 2023 a una delegación de rabinos de Europa.
Pero incluso antes, no debe olvidarse un precedente del 9 de mayo de 2019 que tenía que ver con su costumbre de descalificar a los opositores aplicándoles el epíteto de "fariseos", en el sentido de hipócritas, avaros, legalistas, vanidosos.
En una conversación que habían tenido con Francisco, los rabinos Di Segni y Giuseppe Laras le habían rogado que cesara de usar el término "fariseo" de forma ofensiva. Y el cardenal Kurt Koch, el responsable de las relaciones con el judaísmo, había procedido a remediarlo preparando para el papa un discurso para leer en un congreso internacional en la Pontificia Universidad Gregoriana dedicado precisamente al tema "Jesús y los fariseos".
El discurso ponía de relieve que en el Nuevo Testamento no solo hay enfrentamientos entre Jesús y los fariseos. También se encuentran elogios a dos fariseos como Gamaliel y Nicodemo. Jesús mismo dice que hay fariseos "próximos al reino de los cielos" por el primado que dan al mandamiento del amor de Dios y del prójimo. Está el orgullo con que el apóstol Pablo se describe como fariseo. Todo lo contrario del estereotipo negativo utilizado a menudo por el Papa.
Pero, increíblemente, Francisco renunció a leer ese discurso y se limitó a saludar a los presentes.
También sobre la acusación de "genocidio" a Israel por parte del papa Francisco ha habido repetidos intentos de suavizar su efecto, por parte de la secretaría de Estado y de la sala de prensa vaticana. Sin resultados.
Con el nuevo papa León XIV, el capítulo Israel está aún por abordar. Pero, al menos, desde el principio, con un plus de claridad, en las distintas y a veces distantes posiciones, como se vio después de las bombas sobre la iglesia católica de Gaza y después de su tenso coloquio con el presidente israelí Isaac Herzog, referido en comunicados respectivos muy disonantes. En su entrevista con Elise Ann Allen en el libro publicado el 18 de septiembre, sobre Israel hay poco, excepto esta su puntualización sobre el "genocidio":
"Oficialmente, la Santa Sede no considera que se pueda hacer ninguna declaración al respecto, en este momento. Existe una definición muy técnica de lo que podría ser el genocidio, pero cada vez más personas plantean la cuestión, incluidos dos grupos de derechos humanos en Israel".
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Sandro Magister ha sido firma histórica, como vaticanista, del semanario "L'Espresso".
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