A principios de julio, por vías distintas pero casi simultáneamente, dos expertos vaticanistas, la estadounidense Diane Montagna y el italiano Saverio Gaeta, hicieron públicos por primera vez los principales resultados de una consulta ordenada por el papa Francisco en 2020 a las diócesis de todo el mundo sobre la celebración de la misa en el rito antiguo.
Montagna lo hizo en un documentado artículo en Substack el 1 de julio. Gaeta, en un libro escrito junto al liturgista Nicola Bux y editado por Fede & Cultura, que saldrá en Italia a finales de julio pero que ya puede adquirirse y leerse en formato Kindle en el sitio de Amazon.
La celebración de la misa en el rito antiguo había sido autorizada en 2007 por Benedicto XVI con el Motu Proprio “Summorum Pontificum”, con el objetivo declarado de que “las dos formas del uso del rito romano”, la antigua y la nueva, “pudieran enriquecerse mutuamente”.
Pero Francisco no ocultaba su deseo de derogar dicha autorización. Para él, la celebración de la misa en el rito antiguo solo fomentaba divisiones y coincidía con “un creciente rechazo no solo de la reforma litúrgica, sino del Concilio Vaticano II”. El 16 de julio de 2021, con el Motu Proprio “Traditionis Custodes”, restituyó al nuevo misal posconciliar la condición de “única expresión de la ‘lex orandi’ del rito romano”, dejando al rito antiguo solo mínimos espacios residuales.
La consulta previa a los obispos, Francisco la quiso precisamente para obtener también de ellos una petición unánime de este cambio de rumbo. Una petición que, según él, efectivamente llegó, según lo escrito por el propio Francisco en la carta a los obispos que acompañó al motu proprio “Traditionis Custodes”:
“Las respuestas recibidas han revelado una situación que me entristece y me preocupa, confirmándome la necesidad de intervenir. […] Respondiendo a sus peticiones, tomo, por tanto, la firme decisión de derogar todas las normas, instrucciones, concesiones y costumbres anteriores al presente motu proprio”.
Curiosamente, sin embargo, Francisco prohibió que los resultados de la consulta se hicieran públicos. Y la razón de este rechazo es precisamente lo que han revelado los “scoop” de estos días.
La razón es que, si Francisco los hubiera hecho públicos, no habría podido afirmar que los obispos estaban de acuerdo con él. Habría tenido que decir lo contrario.
Pero hay más. Para agravar la gravedad de esta “fake news”, está el hecho de que la consulta y la redacción de sus resultados fueron realizadas por la entonces Congregación para la Doctrina de la Fe, presidida por el cardenal Luis Ladaria, y que el informe final incluye también un “Juicio global” elaborado por la cuarta sección de la congregación, es decir, la que antes era la Pontificia Comisión “Ecclesia Dei”, encargada de supervisar las celebraciones en el rito antiguo.
El texto de este “Juicio global” —difundido por Diane Montagna en su original italiano y en traducción inglesa, y ampliamente citado en el libro de Gaeta y Bux— se reproduce íntegramente más abajo y muestra claramente la incompatibilidad entre el juicio expresado por los obispos y compartido por la Congregación para la Doctrina de la Fe, en general muy positivo sobre los efectos del MP “Summorum Pontificum”, y las decisiones de signo contrario adoptadas por el papa Francisco con “Traditionis Custodes”.
Pero cabe señalar que el “Juicio global” es solo una parte del voluminoso informe entregado al papa Francisco en febrero de 2021 y que él hizo desaparecer.
En sus 224 páginas, el informe presenta en una primera parte las nueve preguntas del cuestionario con las respuestas de los obispos, ordenadas por continente y país, mientras que en una segunda parte ofrece un resumen general, seguido del citado “Juicio global” y, finalmente, un “Florilegio de citas” extraídas de las respuestas, cada una con indicación de la diócesis de origen.
Las respuestas llegaron de aproximadamente un tercio de las más de 3,000 diócesis consultadas, es decir, básicamente de aquellas donde el rito antiguo se celebraba efectivamente, con una clara preponderancia en América del Norte y Europa, y muy pocas en África y América del Sur.
En Europa, Francia es el país donde la misa en el rito antiguo se celebra en casi todas las diócesis, con juicios mayormente favorables de sus respectivos obispos. En Italia, en poco más de la mitad de las diócesis se realizan estas celebraciones, aunque los responsables de la consulta señalaron no pocos errores en la aplicación del MP “Summorum Pontificum”.
En América del Norte, Estados Unidos es el país más involucrado, en aproximadamente dos de cada tres diócesis, con juicios también mayormente positivos. En Asia y África, son muy pocas las diócesis donde se celebra en el rito antiguo, aunque algunos obispos expresaron el deseo de que en el futuro se haga más, “para hacer percibir la riqueza de la tradición de la Iglesia”.
En cuanto a América del Sur, también con pocas diócesis involucradas, destacan las respuestas de Brasil, muy críticas con los fieles y sacerdotes que celebran en el rito antiguo y “no aprecian ni el Vaticano II ni al papa Francisco”.
El libro de Gaeta y Bux dedica amplio espacio a este repaso de las respuestas recogidas en las distintas áreas geográficas.
Pero volviendo a la evaluación global formulada por la sección de la Congregación para la Doctrina de la Fe encargada de la consulta, aquí está el texto completo, claramente en las antípodas de lo que luego decidió el papa Francisco.
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JUICIO GLOBAL
[Del informe final inédito de la encuesta entre los obispos sobre las celebraciones en el rito antiguo, 2020–2021]
De la importante cantidad de documentos enviados y analizados se desprende que el Motu Proprio “Summorum Pontificum” desempeña hoy un papel significativo, aunque relativamente pequeño, en la vida de la Iglesia. Concebido por el papa Benedicto XVI tras años de enfrentamientos, a veces duros, entre los partidarios de la liturgia reformada de 1970 y los del “Missale Romanum” en su versión de 1962, el MP “Summorum Pontificum” supo afirmar la igual dignidad de las dos formas del mismo rito romano, creando condiciones favorables para una verdadera paz litúrgica, con miras incluso a una eventual unidad de las dos formas en el futuro.
El enriquecimiento mutuo y la actualización del “Missale Romanum” ed. 1962, deseado por el mismo Papa (cf. carta del 7 de julio de 2007), se ha realizado también con la publicación de la instrucción aplicativa del mencionado Motu Proprio: “Universae Ecclesiae” del 30 de abril de 2011, y los dos decretos confirmados por el papa Francisco el 5 de diciembre de 2019, tras el parecer favorable unánime de los Padres miembros de la Congregación para la Doctrina de la Fe (decreto “Quo Magis”, sobre la adición de siete nuevos prefacios, y decreto “Cum Sanctissima”, sobre la inserción de nuevos santos).
La difusión del rito romano antiguo tras el “Summorum Pontificum” se sitúa en torno al 20% de las diócesis latinas en el mundo, y su aplicación hoy es ciertamente más serena y pacífica, aunque no en todas partes; quedan casos residuales aún sin resolver. Lamentablemente, en algunas diócesis, la “Forma extraordinaria” no ha sido considerada una riqueza para la vida de la Iglesia, sino un elemento inapropiado, perturbador, inútil para la vida pastoral ordinaria e incluso “peligroso”, que no debe satisfacerse, o que debe suprimirse o al menos controlarse estrictamente para que no se difunda, a la espera de su eventual desaparición o abrogación.
La mayoría de los obispos involucrados en el cuestionario, que han aplicado generosa e inteligentemente el MP “Summorum Pontificum”, se declaran finalmente satisfechos con él, en particular aquellos que han tenido también la posibilidad de formar una parroquia personal, donde todos los sacramentos se administran en la “forma extraordinaria” y donde se forma una comunidad estable de celebración y actividad pastoral. En los lugares donde el clero ha colaborado estrechamente con el obispo, la situación se ha pacificado totalmente.
Una constante que señalan los obispos es que son los jóvenes quienes descubren y eligen esta liturgia antigua. La mayoría de los grupos estables presentes en el orbe católico está compuesta por jóvenes y por conversos a la fe católica o que regresan a ella tras un tiempo de alejamiento de la Iglesia y los sacramentos. Admiran la sacralidad, seriedad y solemnidad de la liturgia. Lo que más notan, incluso por una sociedad excesivamente ruidosa y habladora, es el redescubrimiento del silencio en la acción sagrada, las palabras contenidas y esenciales, una predicación fiel a la doctrina de la Iglesia, la belleza del canto litúrgico, la dignidad celebrativa: un todo que atrae considerablemente.
Es el mismo Benedicto XVI quien escribe en la carta a los obispos que acompaña al MP “Summorum Pontificum” que esta categoría mencionada de personas son los destinatarios privilegiados de su disposición legislativa, además, claramente, de todos aquellos que durante décadas habían pedido la liberalización y legitimación en la práctica litúrgico-pastoral de la venerable liturgia latino-gregoriana.
El nacimiento de grupos estables, como prevé el MP “Summorum Pontificum” y la instrucción “Universae Ecclesiae”, ha permitido a la Santa Sede seguir el camino de pacificación y eclesialidad de estas personas, primero a través de la Pontificia Comisión “Ecclesia Dei” y ahora con la “Sectio Quarta” de la CDF, y por ello los obispos manifiestan satisfacción y gratitud. Es necesario tener una realidad institucional y un interlocutor competente que siga el camino de estos grupos y de los institutos clericales que de ellos dependen, y que sea de ayuda para el ministerio de los obispos, a fin de evitar formas arbitrarias de autogestión y anarquía de los grupos, y también el abuso de poder de algunos obispos locales. La Santa Sede y el vínculo con el Papa son una garantía para todos, fieles y pastores.
Favorecer la comunión eclesial entre el obispo diocesano y los miembros de los grupos estables o de los institutos, y de estos con el Papa, es fundamental para un camino sereno y apostólicamente fructífero. Estos fieles desean ser considerados al mismo nivel que los demás fieles que siguen la liturgia en la “forma ordinaria” y de los que los pastores se ocupan pastoralmente sin prejuicios.
Tras una primera fase compleja, y con algunas situaciones aún pendientes, gracias al MP “Summorum Pontificum” estos grupos de fieles y los mismos obispos y sacerdotes han encontrado estabilidad y serenidad, teniendo en la antigua PCED, hoy en la “Sectio Quarta”, un punto de referencia sereno y estable, además de autorizado, que garantiza sus derechos y también sus deberes.
Tanto es así que algunos obispos señalan que es necesario proteger los grupos estables para evitar salidas de la Iglesia hacia realidades cismáticas o hacia la FSSPX. En todos los lugares donde los grupos estables son seguidos y acompañados por el obispo diocesano o por un sacerdote delegado suyo, ya casi no hay problemas, y los fieles están felices de ser atendidos, respetados y tratados como hijos por su padre obispo.
En el MP “Summorum Pontificum” y en la carta que lo acompaña, se habla de la voluntad del Papa de trabajar por una reconciliación litúrgica interna en la Iglesia. A la luz del discurso a la Curia Romana del 22 de diciembre de 2005, Benedicto XVI, también en lo que respecta a la sagrada liturgia, considerando necesario proceder no según la hermenéutica de la ruptura sino de la renovación en continuidad con la tradición, escribe:
“Lo que para las generaciones anteriores era sagrado, también para nosotros permanece sagrado y grande, y no puede ser totalmente prohibido o incluso considerado perjudicial. Nos hace bien a todos conservar las riquezas que han crecido en la fe y en la oración de la Iglesia, y darles el justo lugar”.
Esta dimensión eclesiológica de la hermenéutica de la continuidad con la tradición y de un coherente desarrollo y renovación no ha sido aún bien recibida por algunos obispos, pero donde ya ha sido recibida y aplicada está dando frutos; los más visibles están en la liturgia. Otros obispos señalan, de hecho, el bien aportado por el MP “Summorum Pontificum” también para la “forma ordinaria” de la liturgia y para una recuperación de la sacralidad en la acción litúrgica, así como para un proceso de reconciliación intraeclesial.
Algunos obispos afirman que el MP “Summorum Pontificum” habría fracasado en su intento de reconciliación y, por tanto, pedirían su supresión, tanto porque la reconciliación interna en la Iglesia no se ha completado, como porque la Fraternidad Sacerdotal San Pío X no ha regresado a la Iglesia. Del análisis general y particular de dichas respuestas se comprende que esta investigación ha permitido a algunos obispos leer y empezar a conocer mejor el documento objeto de la encuesta.
A la primera objeción, se señala que estos procesos de reconciliación son largos y lentos en la Iglesia; el MP “Summorum Pontificum” ha puesto las bases para esta reconciliación. Respecto a la segunda objeción, debe recordarse que el MP “Summorum Pontificum” no fue hecho para la FSSPX; ellos ya tenían lo que se concedió con el MP “Summorum Pontificum” y, por tanto, no lo necesitaban.
Más bien, el MP “Summorum Pontificum” se conecta en unidad y complemento, como desarrollo orgánico y coherente, del motu proprio “Ecclesia Dei Adflicta” de Juan Pablo II, con el cual el Papa polaco quiso salvar a tantos católicos, perdidos y confusos, en riesgo de cisma, tras las ordenaciones episcopales de Mons. Lefebvre.
Benedicto XVI afirma además que el “Summorum Pontificum” nace como instrumento para la necesidad de una reconciliación de la Iglesia consigo misma, y por estas razones promulgó también el Motu Proprio “Ecclesiae Unitatem”, insertando la Pontificia Comisión “Ecclesia Dei” en la Congregación para la Doctrina de la Fe.
Este camino se ha concluido felizmente con el motu proprio de Francisco de enero de 2019, donde, al suprimir la Pontificia Comisión “Ecclesia Dei” y constituir una sección específica en la CDF, afirmando que las realidades en cuestión han encontrado hoy una propia estabilidad en número y vida, el Papa dirige estos grupos y realidades eclesiales hacia una dimensión ordinaria y regular de la vida eclesial.
A la nueva sección de la CDF, el papa Francisco, con su Motu Proprio, encomienda la tarea de “continuar la obra de vigilancia, promoción y tutela llevada a cabo hasta ahora por la suprimida PCED”.
Los obispos más sensibles al tema señalan que la liturgia antigua es un tesoro para la Iglesia que debe salvaguardarse y custodiar: es un bien encontrar unidad con el pasado, pero también saber avanzar en un camino de desarrollo coherente y progreso, y atender, en la medida de lo posible, a estos fieles.
En la medida en que se crea una pacificación a nivel diocesano, no se corre el riesgo de las dos iglesias, como temen algunos prelados, quienes a su vez señalan que lo que distingue a algunos grupos de fieles de la “forma extraordinaria” es el rechazo al Concilio Vaticano II. Esto en parte es cierto, pero no puede generalizarse. También para estos casos se observa que la atención pastoral del obispo ha sido determinante para calmar los ánimos exaltados y aclarar las ideas de algunos miembros de los grupos estables.
Los obispos señalan además el crecimiento de vocaciones en los institutos ex “Ecclesia Dei”. Sobre todo, en el área anglófona y francófona, pero también de habla hispana y portuguesa. Muchos jóvenes eligen ir a los institutos “Ecclesia Dei” para su formación sacerdotal o religiosa, en lugar de ir a las diócesis, con manifiesto disgusto de algunos obispos…
De hecho, en estos años, la “Sectio Quarta” ha registrado un considerable incremento de vocaciones en los institutos sujetos a ella, además de un mayor compromiso de los mismos en la formación espiritual e intelectual de los candidatos a la vida sacerdotal y religiosa, claramente en las debidas proporciones, tratándose de realidades menores pero no minoritarias respecto al resto de la Iglesia.
Los obispos de las áreas hispanohablantes, en general, parecen no mostrar mucho interés en el MP “Summorum Pontificum” —aunque no faltan fieles que piden la liturgia antigua en su territorio. También de las respuestas de los obispos italianos, en general, parece que no tienen en gran consideración la “forma extraordinaria” y las disposiciones tomadas al respecto, salvo algunas excepciones.
Los fieles, en cambio, están muy agradecidos a Benedicto XVI y al papa Francisco porque, gracias al MP “Summorum Pontificum”, han salido de una vida eclesial de clandestinidad, de rechazo y burla, y del abuso de poder de algunos obispos, ejercido también sobre sus sacerdotes.
En cuanto a las peticiones de los fieles, en estos años se han formado varios grupos estables, muchos de los cuales se han constituido en asociaciones que piden la Santa Misa en la liturgia latino-gregoriana. Algunos obispos querrían el retorno a una situación de indulto para tener un mayor control y gestión de la situación. Pero la mayoría de los obispos que respondieron al cuestionario afirma que tocar el MP “Summorum Pontificum” con cambios legislativos produciría más daños que beneficios.
Un cambio dañaría gravemente la vida de la Iglesia, ya sea suprimiendo o debilitando el “Summorum Pontificum”, porque recrearía las situaciones de confrontación que este había pacificado. Así se expresa el arzobispo de Milán:
“Tengo la impresión de que cualquier intervención explícita podría causar más daños que ventajas: Si se confirma la línea del MP “Summorum Pontificum”, se intensificarán las reacciones de perplejidad del clero (y no solo). Si se niega la línea del MP “Summorum Pontificum”, se intensificarán las reacciones de disenso y resentimiento de los cultivadores del rito antiguo”.
Por tanto, es bueno proseguir en este camino ya emprendido sin crear ulteriores sacudidas.
Otros piensan que, con un eventual cambio, la Santa Sede, entre otras cosas, favorecería la salida de fieles de la Iglesia, fieles decepcionados, hacia la Fraternidad San Pío X u otros grupos cismáticos, y esto daría fuerza a quienes sostienen la idea de que nunca se debe confiar en “una Roma que da con una mano y quita con la otra”.
Cambiar la normativa provocaría, pues, un resurgir de las guerras litúrgicas. Podría incluso favorecer el nacimiento de un nuevo cisma. Además, deslegitimaría a dos pontífices, Juan Pablo II y Benedicto XVI, que se habían comprometido a no abandonar a estos fieles (cfr. Motu Proprio “Ecclesia Dei Adflicta” de 1988; MP “Summorum Pontificum” de 2007).
Una idea que aparece de vez en cuando en las respuestas, y que podría constituir la conclusión de esta síntesis, sería la siguiente:
“Aunque se reafirme el carácter indiscutible de la reforma nacida del Concilio Vaticano II, convendría desarrollar en los seminarios y en las distintas facultades eclesiásticas sesiones concernientes al estudio de las dos formas del único Rito Romano, a fin de hacer percibir la inmensa riqueza al servicio de la celebración de todo el único misterio cristiano en toda la Iglesia y crear situaciones pacificadoras para la celebración de esta liturgia en las Iglesias locales, con sacerdotes idóneos para la celebración”.
Para concluir, un obispo de Filipinas afirmó, en la respuesta final al cuestionario: “Dejemos a la gente libre de elegir”.
Y Benedicto XVI, en visita apostólica a Francia en 2008, dijo a la Conferencia de Obispos sobre el MP “Summorum Pontificum”:
“Mido las dificultades que encontráis, pero no dudo que podréis llegar, en tiempos razonables, a soluciones satisfactorias para todos, de modo que la túnica inconsútil de Cristo no se rasgue aún más. Nadie sobra en la Iglesia. Cada uno, sin excepción, debe poder sentirse en ella ‘en su casa’, y nunca rechazado. Dios, que ama a todos los hombres y no quiere que ninguno perezca, nos confía esta misión haciéndonos pastores de sus ovejas. No podemos sino agradecerle el honor y la confianza que nos reserva. Esforcémonos, pues, por ser siempre servidores de la unidad”.
El papa Francisco ha retomado esta expresión de Benedicto XVI haciéndola suya, reafirmándola contra toda forma de división y exclusión en la Iglesia. En el fondo, estas palabras podrían ser hoy para nosotros una línea de evaluación, de juicio y de guía.
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(1) Basta decir que en los documentos en cuestión no se habla de la FSSPX. Además, debe leerse la interpretación auténtica que da el mismo Legislador en el libro-entrevista sobre su vida respondiendo a Peter Seewald en “Últimas conversaciones” (pág. 189), donde dice: “Es absolutamente falso afirmar” que él quisiera el MP “Summorum Pontificum” para la FSSPX.
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Sandro Magister ha sido firma histórica, como vaticanista, del semanario “L’Espresso”.
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