Donald Trump no se anduvo con rodeos cuando el 1 de noviembre escribió en "Truth" que está listo para lanzar en Nigeria un ataque armado "rápido, violento y contundente" para "aniquilar por completo a los terroristas islámicos" que persiguen a "nuestros amados cristianos", si el gobierno nigeriano sigue sin hacer nada para defenderlos.
Es difícil predecir qué secuela tendrá esta amenaza. Lo cierto es que en Nigeria, y no solo allí, ha suscitado un avispero de polémicas dentro de la Iglesia católica.
"La gloria es para Dios, que usó al presidente Trump como el Moisés que apareció de la nada en el palacio del Faraón para liberar a su pueblo", dijo al sitio católico estadounidense "Crux" Moses Iorapuu, párroco y director del periódico "Catholic Star" de la diócesis de Makurdi.
Y menos mal que está él, añadió, porque "muchos nigerianos habían perdido la esperanza de que ocurriera algo en la escena internacional a favor de nuestra Iglesia perseguida, después del embrollo que estalló en Roma".
El "embrollo" al que alude Iorapuu viene dado por dos comentarios que acompañaron la presentación en Roma, el 21 de octubre, del Informe 2025 sobre la libertad religiosa en el mundo, nación por nación, elaborado por la Fundación Pontificia Ayuda a la Iglesia necesitada.
El cardenal secretario de Estado Pietro Parolin, interrogado en esa ocasión por los periodistas, dijo que en Nigeria "el conflicto no es religioso sino más bien de tipo social, por ejemplo entre ganaderos y agricultores", donde también muchos musulmanes son "víctimas de esta intolerancia", a manos de "grupos extremistas que no distinguen para llevar adelante su propósito, sus objetivos, y usan la violencia contra todos aquellos que consideran opositores".
Y en una entrevista con la agencia vaticana "Fides", el obispo nigeriano Matthew Hassan Kukah de la diócesis de Sokoto, atribuyó el actual "resentimiento" de los musulmanes contra los cristianos a las fechorías del colonialismo británico, que destruyó el califato islámico que se había constituido a principios del siglo XIX en la región, con capital precisamente en Sokoto.
"Junto con los ingleses llegó la fe cristiana", añadió el obispo. Y esto hace que también hoy "franjas de la población musulmana desahoguen su rabia y frustración contra la minoría cristiana, por ejemplo quemando una iglesia", con los guerrilleros islámicos de Boko Haram que aprovechan tal situación para reclutar combatientes.
La narrativa actual, dijo también Kukah, es que los perseguidos son los cristianos, pero "los actos violentos de los yihadistas han provocado más muertos entre los musulmanes que entre los cristianos. Lo dicen las estadísticas".
Y además "hay que subrayar que desde 2023 ha habido un cambio sensible con el nuevo presidente, Bola Tinubu, un musulmán casado con una mujer pastora de una Iglesia pentecostal, que parece mucho más determinado en defender la democracia y los derechos humanos de todos los nigerianos".
No sorprende que las afirmaciones del cardenal Parolin y del obispo nigeriano Kukah hayan suscitado vivas contestaciones.
Pero hay que decir que es el mismo Informe de Ayuda a la Iglesia necesitada el primero en no compartirlas y en ofrecer de la situación de los cristianos en Nigeria una descripción diferente y más articulada.
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Para empezar, según se lee en el Informe, la llegada en mayo de 2023 de la presidencia de Tinubu no coincidió en absoluto con una disminución de los ataques a cristianos sino, al contrario, con "una escalada de la violencia de matriz religiosa, en particular en el Norte y en el Cinturón Central. Grupos armados como Boko Haram, ISWAP y varias milicias han llevado a cabo ataques a gran escala contra iglesias, pueblos y líderes religiosos".
Solo en el mes siguiente a la toma de posesión del nuevo presidente, reporta el Informe, en los Estados de Plateau y de Benue fueron asesinados más de mil cristianos. En la siguiente Navidad, otras trescientas víctimas. Por no hablar de la terrible masacre (ver foto) de junio de 2025 en la ciudad de Yelwata, siempre en el Estado de Benue, con más de doscientos hombres, mujeres, niños, familias enteras cristianas asesinadas después de haberlo perdido todo y haber huido allí en busca de refugio.
Los secuestros se cuentan por varios cientos, con solo un pequeño número de liberados después del pago de un rescate. Al dar noticia del secuestro de dos sacerdotes, el pasado septiembre, el sitio "Vatican News" indicó que el número de sacerdotes nigerianos secuestrados en los últimos diez años asciende a 140 y el número de sacerdotes asesinados a 10.
¿Y todo esto a manos de quién y por qué ?
Como complemento del Informe, en la página 22 del "Resumen", Ayuda a la Iglesia necesitada publicó una nota de profundización dedicada precisamente a "Fulani y yihadismo en África : entre legados históricos y manipulaciones", firmada por María Lozano.
Los fulani – se lee allí – son el grupo étnico en el que el yihadismo recluta gran parte de sus militantes. Pueblan no solo el norte de Nigeria, sino también otros países del Sahel. Tradicionalmente son pastores nómadas, aunque muchos de ellos se han establecido en contextos agropecuarios o urbanos. "Su identidad está profundamente influenciada por el islam sunita y están históricamente ligados a la islamización de la región, pero es importante reiterar que no representan un grupo homogéneo ni desde el punto de vista social, ni político o ideológico".
Están divididos en castas – entre ellas nobles, religiosos, artesanos y pastores nómadas de casta inferior – y esta división interna juega un papel significativo en el proceso de reclutamiento yihadista. "Las castas elevadas, entre ellas la aristocracia religiosa o nobiliaria ligada a los antiguos emiratos y califatos, controlan la tierra y dominan la política, y en la mayoría de los casos se oponen al yihadismo. Mientras que las castas inferiores, constituidas por jóvenes pastores sin tierra, a menudo descendientes de siervos o esclavos, no tienen acceso ni a la educación ni a los servicios básicos. Es este el segmento más vulnerable y mayormente expuesto al reclutamiento".
"Esta división social ayuda a explicar por qué tantos jóvenes fulani radicalizados pertenecientes a las castas inferiores actúan no solo contra otras comunidades, sino también contra sus propias élites tradicionales, percibidas como parte de un sistema político injusto. En tales casos, el yihadismo funciona como medio de ascenso social simbólico y como instrumento de venganza intraétnica".
Hay además al menos cuatro factores externos que contribuyen a radicalizar el islamismo entre los fulani : "la exclusión social sistémica y la marginalización debidas al estilo de vida nómada ; la reducción de las tradicionales rutas pastoriles a causa del crecimiento demográfico y del cambio climático ; los conflictos agrarios con las poblaciones sedentarias por el acceso a tierra y agua ; la estigmatización étnica y las violencias por parte de las fuerzas estatales o de milicias locales".
Lo peor ocurre en el Cinturón Central nigeriano y en particular en el Estado de Benue, conocido como "el granero de Nigeria", donde "los conflictos entre pastores musulmanes fulani y agricultores cristianos berom, tiv e idoma se han transformado en violencia sistemática que va más allá de las tradicionales disputas rurales por la tierra y el agua".
Los antecedentes históricos son importantes. La yihad afrontada por el califato de Sokoto, fundado a principios del siglo XIX por Usman dan Fodio para conquistar al islam las regiones centrales y meridionales de Nigeria, fracasó pero dejó profundas heridas. "En el Estado de Benue, los cristianos tiv transmiten la memoria de una victoria suya sobre los fulani cerca de las colinas de Ushongo, convertida en símbolo de la resistencia a la expansión del islam".
Pero este mismo antecedente histórico es utilizado por los actuales grupos yihadistas como Boko Haram, la Provincia del Estado Islámico del Sahara (en sigla ISWAP) y el Grupo de Apoyo al Islam y a los Musulmanes (JNIM) para reforzar su voluntad de revancha.
A juicio de los observadores más atentos, locales e internacionales, "los actos de violencia en el Cinturón Central son ya parte de una verdadera campaña de limpieza étnica y religiosa. La mayoría de las víctimas en los conflictos con los fulani en esta región es cristiana, y las áreas afectadas coinciden en gran parte con aquellas que en el pasado resistieron a la expansión islámica".
Todo esto sin una adecuada reacción por parte de las autoridades. "Aunque el gobierno federal ha reconocido la gravedad de la crisis, la respuesta ha sido lenta, reactiva y carente de reales consecuencias legales para los responsables. Las masacres continúan y decenas de miles de desplazados siguen viviendo en condiciones extremadamente precarias".
Así concluye la nota de profundización publicada por Ayuda a la Iglesia necesitada :
"La crisis del Sahel y del Cinturón Central no puede ser interpretada como un simple conflicto local entre pastores y agricultores. Se trata de una guerra sin fin por la tierra, la identidad religiosa y el poder económico y político. El trauma colectivo de las yihads históricas, agravado por la inacción del Estado y por la manipulación por parte de los grupos extremistas, alimenta un ciclo de violencia que corre el riesgo de extenderse a toda la región. Las comunidades cristianas – en particular en Nigeria – sufren persecuciones sistemáticas, pero también muchos fulani son víctimas de violencias estructurales y de instrumentalizaciones ideológicas. Construir una paz duradera en el Sahel requiere verdad, justicia y un análisis profundo, capaz de ir más allá de los discursos polarizados".
En cuanto al papa León, hay que registrar las palabras textuales dichas por él en el Ángelus en la plaza San Pedro el día después de la masacre de Yelwata :
"En la noche entre el 13 y el 14 de junio, en la ciudad de Yelwata, en el área administrativa local de Gouma, en el Estado de Benue en Nigeria, ocurrió una terrible masacre, en la que alrededor de doscientas personas fueron asesinadas con extrema crueldad, la mayoría de las cuales eran desplazados internos, acogidos por la misión católica local. Rezo para que la seguridad, la justicia y la paz prevalezcan en Nigeria, país amado y tan golpeado por varias formas de violencia. Y rezo de modo particular por las comunidades cristianas rurales del Estado de Benue, que incesantemente han sido víctimas de la violencia".
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Sandro Magister ha sido firma histórica, como vaticanista, del semanario "L'Espresso".
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