La noticia se había filtrado el 28 de abril, cuando en Roma ya no estaba el papa Francisco y el papa León aún no había llegado. E informaba que en Shanghai una asamblea de sacerdotes, religiosas y laicos de obediencia gubernamental había sido convocada para ratificar la elección de un nuevo obispo auxiliar en la persona de Ignatius Wu Jianlin, vicario general de la diócesis, además de miembro de la oficialísima Conferencia consultiva política del pueblo chino.
Es cierto que, según el acuerdo entre la Santa Sede y Pekín, firmado en 2018, corresponde a las autoridades chinas la primera elección de cada nuevo obispo, que el Papa puede aprobar o no, pero que de hecho hasta ahora siempre ha suscrito.
Pero que aquella designación constituía una enésima afrenta para la Iglesia de Roma era más que evidente. No solo porque se realizó en el interregno entre un papa y otro, como si ambos no contaran para nada, sino aún más por el hecho de que en Shanghai – donde la cabeza de la diócesis, el obispo Joseph Shen Bin, que es también presidente de la pseudo conferencia episcopal china nunca reconocida por Roma, tomó posesión en 2023 con decisión unilateral del régimen solo posteriormente comunicada al papa Francisco – ya había dos obispos auxiliares, pero ambos impedidos : Joseph Xing Wenzi, de 62 años, ordenado en 2005 pero luego caído en desgracia e inducido a retirarse a la vida privada en 2011, y sobre todo Thaddeus Ma Daqin, de 57 años, que el 7 de julio de 2012, precisamente durante su ordenación episcopal, revocó su adhesión a la gubernamental Asociación patriótica de los católicos chinos, con el efecto inmediato de ser desde entonces ininterrumpidamente mantenido bajo arresto en el seminario de Sheshan.
Pues bien, después de casi seis meses desde su "elección", el 15 de octubre Wu Jianlin fue ordenado obispo, como primer paso de una campaña de promoción de su nombramiento conducida precisamente por el titular de la diócesis Shen Bin, entre otras cosas con el argumento de que Wu "debía de todos modos ser ordenado, al haber quedado como el único no obispo de los católicos que forman parte de la Conferencia consultiva política del pueblo chino".
Todo con la pasiva sumisión de Roma, que se limitó a una lacónica confirmación de la ordenación de Wu, dándola como "aprobada" por el Papa el 11 de agosto.
Al mismo tiempo, un comunicado paralelo de la agencia oficial de la Iglesia católica china también dio noticia de la ordenación de Wu, pero con la bien diferente especificación de que "fue elegido obispo el 28 de abril de 2025 por la diócesis católica de Shanghai", sin la mínima mención a la aprobación del Papa.
Presidiendo el rito de la ordenación (en la foto) estuvo, naturalmente, el obispo de Shanghai Shen Bin. Sin embargo, la toma de posesión de éste de la diócesis el 4 de abril de 2023 con decisión unilateral del régimen chino, había provocado un golpe de reacción por parte de Roma, con el papa Francisco, que el 15 de julio siguiente aprobó sí aquel nombramiento, pero acompañándolo con una declaración del cardenal secretario de Estado Pietro Parolin que denunciaba la violación de los acuerdos, deseaba que no hubiera otras violaciones en el futuro y solicitaba "una solución justa y sabia" de los casos de los dos obispos auxiliares ya presentes en la diócesis pero todavía impedidos.
Protestas y peticiones todas caídas en el vacío, es más, trastocadas por lo ahora ocurrido, a pesar del vago anuncio de León – que desde que fue elegido Papa ya ha procedido al nombramiento de otros tres obispos en China – de poder actuar de manera diferente en el futuro, después de haber escuchado a aquellos "católicos chinos que durante muchos años han vivido una especie de opresión o dificultad en vivir su propia fe libremente y sin tomar partido".
Estará por ver ahora qué sucederá con el otro obispo chino dado como "elegido" el 28 de abril : Li Jianlin, candidato a la diócesis de Xinxiang, de cuya aprobación o no por parte del Papa aún no se sabe nada.
Pero quizás la prueba más próxima que espera al papa León sea ahora la de Hong Kong, una de las dos diócesis de China, junto con Macao, que no están sujetas al acuerdo de 2018 sobre el nombramiento de obispos.
En Hong Kong, de hecho, hay gran agitación sobre el nombramiento de un segundo obispo auxiliar, solicitado por el actual titular de la diócesis, el cardenal y jesuita Stephen Chow Sauyan.
El candidato de Chow es Peter Choi Waiman, actualmente uno de los tres vicarios generales de la diócesis y desde al menos seis años compitiendo para el cargo de obispo auxiliar. Donde ya desempeña este rol desde 2014 el franciscano Joseph Ha Chishing.
Pero mientras que Ha siempre ha estado cerca de las protestas del movimiento democrático de Hong Kong y del cardenal Joseph Zen Zekiun, de 93 años, obispo de la ciudad desde 2002 a 2009, crítico severo del régimen chino y del acuerdo entre Pekín y la Santa Sede, Choi es desde hace tiempo el hombre que Pekín desearía al frente de la diócesis de Hong Kong, al menos como auxiliar.
Apoyando el nombramiento de Choi no estaría solo el actual obispo de Hong Kong, sino también su predecesor, el cardenal John Tong Hon, hasta el punto de que para ambos, había circulado a finales de septiembre la noticia de que estaba en agenda una audiencia suya en Roma con el papa León, el 4 de octubre.
Luego, en cambio, el 2 de octubre fue desmentida la llegada de los dos a Roma. Señal de que la cuestión está todavía abierta.
Pero mientras tanto, lo que más preocupa, es que el futuro para la Iglesia católica y las otras confesiones religiosas en China se hace cada vez más oscuro, sobre todo por voluntad de las autoridades de Pekín.
Sobre las comunidades evangélicas se está cerniendo una persecución que a decir de algunos observadores es "la más extensa de los últimos cuarenta años". En particular, en los días pasados fue decapitada la Zion Church, con el arresto de decenas de fieles y de su líder Jin Mingri, en su juventud entre los protagonistas de la plaza de Tiananmen.
Además, ha sido promulgado por el Departamento para los asuntos religiosos un nuevo "Código de conducta para el clero religioso en Internet" repleto de prohibiciones, que impide cualquier actividad de transmisión de la fe y de formación religiosa vía web, con penas muy severas para los infractores.
Pasó también bajo el más absoluto silencio el vigésimo quinto aniversario de la canonización de 120 mártires chinos entre 1648 y 1930 celebrada por Juan Pablo II el 1 de octubre del año santo del 2000 : canonización que efectivamente provocó una reacción furibunda del gobierno chino, que tildó a aquellos mártires de la fe de imperialistas y colonialistas, a pesar de que sus historias digan todo lo contrario. Juan Pablo II escribió luego una carta al entonces presidente chino Jiang Zemin, para pedir "perdón y comprensión", sin tener respuesta.
Pero aún más indicativo de una ulterior restricción de los espacios de libertad de las religiones en China es el discurso que el actual presidente Xi Jinping tuvo el 29 de septiembre en una sesión especial de estudio del Politburó del Partido comunista chino, por él convocada precisamente sobre el tema de la política religiosa.
En el discurso, Xi insistió una vez más sobre la debida "sinización" de las religiones, es decir, sobre la adecuación "a las características chinas" de "doctrinas, reglas, sistemas de gestión, rituales, costumbres, normas de comportamiento". Esto porque "para el Estado socialista guiado por el Partido comunista chino es un requisito inevitable guiar activamente a la religión a adaptarse a la sociedad socialista".
Evidentemente, para las autoridades chinas también el nombramiento de los obispos católicos entra en esta política de "sinización", con un predominio cada vez más aplastante de Pekín sobre Roma.
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El 16 de octubre un fiel católico de la diócesis de Shanghai publicó en "Asia News" una conmovida reflexión sobre las modalidades del nombramiento del nuevo obispo auxiliar, en la que se lee entre otras cosas :
"Si se ignora la verdad de los hechos ; si no se toman medidas respecto al encarcelamiento de un obispo ya legítimamente consagrado ; si se aprueba retroactivamente la ordenación de obispos no reconocidos previamente ; si se reconocen obispos que se limitan a obedecer al gobierno sin anunciar el Evangelio… entonces es inevitable que surjan dudas. Si el cabeza de familia, la Santa Sede, no enseña a sus hijos lo que es justo y lo que no lo es, si no defiende la verdad para buscar una armonía sin principios, y no promueve una fe auténtica y sana… ¿es realmente esta la comunión que Cristo ha querido?".
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Sandro Magister ha sido firma histórica, como vaticanista, del semanario "L'Espresso".
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