Hay una curiosa novedad en el método de gobierno del papa León. Es su frecuente envío de telegramas escritos "en nombre del Santo Padre", pero firmados por el secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin.
Se hacen públicos enteramente en mayúsculas, como los clásicos telegramas, pero con la puntuación y los saltos de línea como en los escritos normales. Y son inusualmente largos, lo opuesto a la típica brevedad telegráfica.
El primer telegrama de este tipo que llamó la atención fue el del 18 de agosto a los obispos de la Amazonía. Que no era en absoluto rutinario, sino que instaba, por un lado, a no anteponer las batallas políticas al anuncio de la fe, porque es "allí donde se predica en nombre de Cristo" donde "la injusticia retrocede de manera proporcional", y por otro, a cuidar de los bienes naturales "que hablan de la bondad y la belleza del Creador" sin someterse a ellos "como un esclavo o adorador": con una evidente referencia correctiva a las dos piedras de tropiezo del sínodo sobre la Amazonía celebrado en Roma en 2019.
Le siguió luego, el 20 de agosto, un telegrama a un congreso de teología moral en curso en Bogotá, en el cual el papa exhortaba a tomar a san Alfonso María de Ligorio como ejemplo de equilibrio "entre las exigencias de la ley de Dios y las dinámicas de la conciencia y la libertad del hombre".
Y luego otro telegrama más sobre la llegada a la India en el siglo XVII de un gran misionero, el jesuita lituano Andrius Rudamina, que supo conjugar el anuncio de Jesús con el diálogo cultural e interreligioso.
En resumen, en estos y otros telegramas enviados en nombre del papa por el cardenal Parolin hay una evidente voluntad de León de devolver valor al rol del secretario de Estado no solo como responsable de la diplomacia, sino sobre todo con "la tarea de ayudar de cerca al Sumo Pontífice en el cuidado de la Iglesia universal", como está escrito en la gran reforma de la curia llevada a cabo por Pablo VI después del Concilio Vaticano II, con la constitución apostólica de 1967 "Regimini Ecclesiae Universae".
Y que León estima a Parolin también se confirma con la afiliación a la Orden de San Agustín – de la cual el papa fue prior general – que le fue concedida al cardenal el 27 de agosto, fiesta de santa Mónica, la madre del santo, en la basílica romana dedicada al hijo, por los "méritos adquiridos hacia la Orden".
Con los telegramas papales firmados por Parolin, pero no solo con estos, León quiere transmitir la imagen de un gobierno de la Iglesia no monárquico, con el Papa como solitario monarca absoluto, sino más "sinodal" – para quien le guste esta palabra – o en cualquier caso fundado desde el principio en el consenso de quien tiene el rol de primer asistente del Papa.
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Pero hay más. La pluralidad del método de gobierno del papa León encontró confirmación en los días pasados, precisamente en el terreno donde en el pontificado anterior era más visible y dañino el desorden en las cúpulas de la Iglesia : el de las guerras.
Para entender esta novedad basta atenerse a la secuencia de los hechos.
El 22 de agosto León convocó una jornada de oración y ayuno por todos aquellos que sufren a causa de las guerras y ese mismo día se hizo público el mensaje enviado por el papa con la firma de Parolin al Meeting por la amistad entre los pueblos, organizado en Rímini por Comunión y Liberación.
En el mensaje, el Papa elogiaba el testimonio de los mártires de Argelia, asesinados en los años noventa por no haberse doblegado a la orden de abandonar esa tierra. Y al día siguiente, 23 de agosto, al recibir en el Vaticano a un grupo de refugiados de las islas Chagos en el Océano Índico, forzados tiempo atrás al exilio para hacer espacio a la base militar angloamericana de Diego García pero restituidos a sus islas por un acuerdo en Londres el pasado 22 de mayo, aprovechó la ocasión para decir que "todos los pueblos, incluso los más pequeños y los más débiles, deben ser respetados por los poderosos en su identidad y en sus derechos, en particular el derecho a vivir en sus propias tierras ; y nadie puede forzarlos a un exilio forzado".
Todos ven en esta advertencia de León una referencia también a la población de Gaza, bajo presión para abandonar su tierra. Y ciertamente este es el pensamiento de los cristianos que viven en ese territorio, como prueba la declaración conjunta publicada el 26 de agosto por los patriarcas católico y ortodoxo de Jerusalén, Pierbattista Pizzaballa y Teófilo III, que citan textualmente las palabras de tres días antes de León a los refugiados de las islas Chagos, para decir también ellos que "no puede haber un futuro basado en el encarcelamiento, el desplazamiento de los palestinos o la venganza".
En la ciudad de Gaza, de donde el gobierno de Israel quiere expulsar a todos los habitantes para ocuparla militarmente, viven las dos pequeñas comunidades cristianas de la Franja, la católica (ver foto) y la ortodoxa, que dan refugio a cientos de civiles también musulmanes, muchos de ellos debilitados y desnutridos. "Dejar la ciudad de Gaza e intentar huir hacia el sur equivaldría a una condena a muerte", escriben los dos patriarcas. Y "por este motivo, los sacerdotes y las monjas han decidido permanecer y continuar cuidando de todos aquellos que se encuentren en los dos complejos".
Es la misma respuesta que los mártires de Argelia habían dado a quienes querían forzarlos al exilio. Y es lo que el papa León repite el miércoles 27 de agosto al final de la audiencia general, asociándose explícitamente a la declaración de los patriarcas de Jerusalén : "Suplico que sean liberados todos los rehenes, se alcance un cese al fuego permanente, se facilite la entrada segura de la ayuda humanitaria y sea respetado integralmente el derecho humanitario, en particular la obligación de proteger a los civiles y las prohibiciones del castigo colectivo, del uso indiscriminado de la fuerza y del desplazamiento forzado de la población".
Y ese mismo 27 de agosto, pocas horas después, también el cardenal Parolin, interrogado por los periodistas, se asocia a lo dicho por el papa y los dos patriarcas respecto a la expulsión de la población de la Ciudad de Gaza.
Es difícil escuchar un mensaje más coral y concordante que el expresado por estas voces. Y sobre un tema tan candente. Pero para León – es ya evidente – así debe ser y aparecer la autoridad de gobierno de la Iglesia.
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Se puede añadir que, al devolver peso y autoridad a la secretaría de Estado, el papa León ha puesto de hecho al margen el rol que la Comunidad de San Egidio ejercía en el terreno de las relaciones internacionales durante el pontificado de Francisco.
La rivalidad de San Egidio con la secretaría de Estado era evidente en particular respecto a la guerra en Ucrania, sobre la cual los respectivos juicios eran muy discordantes, con Francisco que se inclinaba decididamente por la orientación prorrusa de la Comunidad.
Una prueba del cambio de rumbo operado silenciosamente por León fue la escasa relevancia dada el 26 de julio a la visita al Vaticano del metropolita Antonij de Volokolamsk, número dos del patriarcado de Moscú y presidente del departamento de relaciones internacionales.
En el verano de 2023, con ocasión de una visita anterior a Roma del metropolita Antonij y luego del envío a Moscú como delegado de Francisco del cardenal Matteo Zuppi, histórico miembro de San Egidio, el ruido había sido mucho mayor, con un énfasis particular dado a las relaciones amistosas entre Antonij y los jefes de la Comunidad, el fundador Andrea Riccardi y el vicepresidente Adriano Roccucci, responsable de las relaciones con Rusia.
Hoy la voz de la Santa Sede sobre la guerra en Ucrania es de nuevo una sola. Y es la europeísta y atlántica expresada nítida y concordemente por León y por la Secretaría de Estado, finalmente apreciada también por la heroica Iglesia greco-católica ucraniana y por su arzobispo mayor Sviatoslav Shevchuk, que ahora ya no deben sufrir, además de la despiadada agresión rusa, también los daños colaterales del "pacifismo" de San Egidio y de las incoherencias del papa Francisco.
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Sandro Magister ha sido firma histórica, como vaticanista, del semanario "L'Espresso".
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