Otro rasgo distintivo, ya evidente, del pontificado de León XIV es la distancia crítica con la que se desmarca del movimiento “woke” y de su voluntad destructiva –la “cancel culture”– tanto de la civilización occidental como de la religión cristiana, acusadas de ser irremediablemente colonialistas, racistas y opresivas.
Durante el pontificado de Francisco –como había destacado Settimo Cielo – esta ideología se había infiltrado también en las cúpulas de la Iglesia católica, en nombre de la defensa de las “inocentes” tribus del Amazonas y de los niños indígenas “reeducados a la fuerza” en las escuelas cristianas de Canadá.
Nacida en Estados Unidos, la ideología “woke” ha sufrido últimamente allí una reacción popular de rechazo, que se expresó entre otras cosas en la elección como presidente de Donald Trump. Pero sigue pesando en América y en Europa entre las élites cultas y en el lenguaje “políticamente correcto”, sobre todo porque ha tomado cuerpo como una nueva religión secularizada.
“La religion woke” es el título de un libro del filósofo francés Jean-François Braunstein, publicado en Francia en 2022. Y “El wokismo : cosmovisión sustitutiva y religión secular” es el título de un ensayo del filósofo de las religiones Gabriele Palasciano, publicado en el último número de “La Rivista del Clero Italiano”, editada por la Universidad Católica de Milán.
A juicio de Braunstein, “el wokismo puede ser analizado como un fenómeno religioso que posee : un canon literario compuesto por numerosos textos de referencia ; un sistema de creencias ; una ritualidad que comprende ceremonias públicas de ‘confesión’ de la culpa histórica hacia los discriminados y las minorías violentadas”.
Un caso emblemático de esta ritualidad es la genuflexión (ver foto) en memoria de George Floyd, el afroamericano asesinado por policías el 25 de mayo de 2020 en Minneapolis, entendida como un acto simbólico de expiación del racismo occidental.
Pero en cualquier caso, el wokismo está “despojado de cualquier referencia a la realidad divina”, escribe Palasciano, de cuyo ensayo se extraen aquí las citas. “Es un compromiso exclusivamente intramundano, un postulado socio-político”. Lo cual no impide a sus activistas “autopercibirse como parte de una clase elegida”, llamada a una misión “profética” y dotada de “una inquebrantable confianza en su superioridad moral”. No sorprende que el wokismo encuentre espacio entre las diversas denominaciones protestantes americanas.
Y es precisamente a esta dimensión religiosa del wokismo a la que Palasciano dedica la parte más original de su ensayo. No sin antes examinar sus “pilares teóricos” y su “filosofía”.
Los pilares teóricos, escribe, son tres :
- “la teoría del género, que privilegia la percepción que el individuo posee de sí mismo frente al dato sexual biológico y objetivo”;
- “la teoría de la raza, que critica el ‘privilegio blanco’ del cual surgen numerosas formas de discriminación étnico-racial y religiosa”;
- “la teoría de la culpa, que pide una reparación por las injusticias históricas sufridas a causa de la dominación ejercida sobre el mundo por las sociedades occidentales”.
En cuanto a la filosofía, la matriz principal del movimiento “woke” es identificada por Palasciano en el “deconstruccionismo” de Jacques Derrida.
Pero es a la “religión” del wokismo a lo que reserva la sección más extensa de su análisis.
En primer lugar, hace notar que “a causa de la cultura de la cancelación, el wokismo es a menudo asociado al puritanismo, un movimiento religioso surgido a finales del siglo XVI en el ámbito inglés y trasplantado posteriormente, a partir del siglo XVII, al suelo norteamericano”.
Pero en realidad esta comparación es “bastante burda”, porque el puritanismo fue todo lo contrario a la cultura de la cancelación. “Los puritanos fueron grandes pioneros de la alfabetización universal, así como promotores incansables de la instrucción gratuita y universal, mediante la institución de centros educativos, escuelas y universidades, entre las cuales Harvard y Yale”, las mismas en las que, por un curioso giro de la historia, ha echado raíces gran parte del movimiento “woke”.
Más atractiva, prosigue Palasciano, es la comparación “con los ‘despertares’ protestantes ocurridos entre los siglos XVIII y XX en el contexto primero europeo, luego estadounidense, con el objetivo de despertar las conciencias de los creyentes de lo que consideraban un letargo espiritual generalizado”.
De hecho, hay una consonancia entre la palabra “despertar” y el adjetivo “woke”, que en el Black English, el inglés vernáculo afroamericano, significa “despierto”, “vigilante”, “atento”.
Pero también aquí la distancia es notable entre el wokismo, que pone el acento en las discriminaciones étnico-raciales, religiosas y sexuales, en un horizonte completamente intramundano, y “los numerosos movimientos del despertar protestante, que reivindicaban la centralidad del texto bíblico, en cuanto Sagrada Escritura, y de la figura de Jesús de Nazaret, profesado como Cristo e Hijo de Dios, insistiendo en la redención del pecado realizada por él”.
Más convincente, a juicio de Palasciano, es comparar el wokismo con “un contexto que, aunque está cultural y teológicamente ligado a la tradición protestante, se define mediante los conceptos de ‘post-protestantismo’ y ‘neoprotestantismo’”.
En esta perspectiva, “el wokismo aparece como una forma de religión secular, es decir, una especie de cristianismo cultural, desvinculado del dato teológico y, en modo particular, de lo cristológico. Aunque la ética y la religión permanecen interconectadas, el pecado ya no es concebido como una transgresión personal que requiere la intervención divina, por tanto la obra de redención de Dios mediante Cristo, sino como un fenómeno colectivo conectado con las injusticias sociales. En todo esto, las preocupaciones espirituales del protestantismo parecen desplazarse hacia la esfera socio-política, configurando o transformando la misma política en una soteriología laica”.
En cualquier caso, el wokismo es una cosmovisión que excluye lo divino y más aún al Dios cristiano. El teólogo católico Paul F. Knitter, especialista en la relación entre las religiones abrahámicas, atribuye a la visión “woke” esa “teología de la sustitución” – hoy desautorizada por la doctrina católica –que sostenía precisamente la “sustitución” de la Nueva Alianza por la Antigua, del cristianismo por el judaísmo. Con el wokismo que ahora pretende a su vez sustituir a la tradición judeo-cristiana, para cancelarla en bloque.
En cuanto a las creencias de las que el wokismo se hace portador, Palasciano identifica “al menos cuatro”.
La primera es de carácter antropológico y sostiene “que el varón blanco, heterosexual y occidental, causa y origen de una cultura del machismo y del patriarcado, debe ser urgentemente deconstruido”. Con la consecuencia de “promover paradójicamente con ello un antirracismo ‘racista’, basado en la convicción de que el individuo blanco y occidental es intrínsecamente racista, sin posibilidad de redención fuera de una deconstrucción”.
La segunda se refiere a la sexualidad. “La ‘fluidez de género’ se convierte en un ideal que desafía cualquier determinación corporal, mientras que el cambio de género se presenta en los términos religiosos de un ‘nuevo nacimiento’, es decir, de un renacimiento según una perspectiva secularizada”.
La tercera atañe a la historia cultural. “El wokismo sostiene que la historia occidental está dominada sólo por el colonialismo, el racismo y el sexismo, aspectos que invalidan cualquier conquista en el plano artístico, cultural y científico. La deconstrucción de la historia occidental apunta por tanto a liberar al mundo de la milenaria opresión generada y ejercida por Occidente”.
La cuarta concierne al saber científico. “La ciencia occidental es vista como la expresión tanto del androcentrismo como del colonialismo”. Y por tanto “el wokismo propone una ‘descolonización’ del conocimiento, es decir, una operación que comprende la puesta en discusión de la objetividad y universalidad de la ciencia moderna, promoviendo epistemologías alternativas, incluso locales, que desafían las narrativas científicas tradicionales”.
En resumen, concluye Palasciano, el wokismo representa no sólo “una amenaza para la civilización occidental y para el cristianismo”, sino también “una secularización agresiva mediante la promoción de una religión de la sustitución”. Su blanco es “el Dios personal, trascendente, de las tres religiones monoteístas, pero principalmente de la tradición judeo-cristiana”.
Pero “a pesar de ello, el wokismo representa, al menos desde cierto punto de vista, un desafío positivo para la misma civilización occidental”. Ofrece la oportunidad de “un reexamen de las estructuras del poder político-religioso” y de “un diálogo crítico sobre ciertos interrogantes fundamentales respecto a la identidad, la memoria y los valores de Occidente”.
“A todo esto está llamado a contribuir también el cristianismo, que puede ofrecer respuestas pertinentes a las crisis actuales mediante la referencia constante, siempre nueva, al mensaje evangélico”.
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Sandro Magister ha sido firma histórica, como vaticanista, del semanario "L'Espresso".
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