La diplomacia vaticana ante los conflictos en Irán y Gaza. Una opinión contra corriente

(s.m.) Recibo y publi­co. El autor de esta nota, Pietro De Marco, 84 años, espe­cia­li­sta en filo­so­fía, teo­lo­gía e histo­ria, ha enseña­do socio­lo­gía de la reli­gión en la Universidad de Florencia y en la Facultad teo­ló­gi­ca de Italia Central.

En la foto de Associated Press, Teherán bajo los bom­bar­deos israe­líes.

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La Santa Sede y la coyuntura de Oriente Medio

Por Pietro De Marco

1. Mediaciones y arbitrajes

La suspen­sión de las guer­ras en cur­so no pasa por la acti­va­ción de un arbi­tra­je clá­si­co. En nin­gu­no de los casos de beli­ge­ran­cia —desde Ucrania hasta los dos fren­tes de Oriente Próximo (Israel-Hamas, Israel-Irán)— se tra­ta de guer­ras decla­ra­das y diri­gi­das a resol­ver una con­tro­ver­sia “polí­ti­ca por otros medios”, sino de guer­ras por valo­res, que buscan la destruc­ción de un ene­mi­go moral y cul­tu­ral, o de guer­ras “asi­mé­tri­cas” y de nue­vo tipo, pro­vo­ca­das y con­du­ci­das por múl­ti­ples acto­res con tác­ti­cas varia­das, por defi­ni­ción no decla­ra­das.

En el caso ruso-ucraniano, el carác­ter ideal y de valo­res invo­ca­do por Putin es fic­ti­cio, mera pro­pa­gan­da, y el “casus bel­li”, un pre­tex­to. Pero es una soga al cuel­lo para quien ini­ció la agre­sión.

En el tea­tro de Oriente Medio, los acto­res agre­so­res y, en con­se­cuen­cia, quie­nes reac­cio­nan y se les opo­nen (Israel, en par­te EE.UU.), se sitúan desde el prin­ci­pio —es decir, en la rea­li­dad coti­dia­na de las guer­ras híbri­das— fue­ra de la auto­ri­dad arbi­tral de los orga­ni­smos inter­na­cio­na­les y del pro­pio dere­cho inter­na­cio­nal.

Este últi­mo, ade­más, es un orde­na­mien­to sin poder coer­ci­ti­vo, ni pue­de tener­lo sal­vo de mane­ra con­tro­ver­ti­da e ine­fi­caz. Solo un “domi­nus” pla­ne­ta­rio, titu­lar úni­co de la coac­ción legí­ti­ma, podría juz­gar y san­cio­nar, y qui­zá impe­dir, un con­flic­to entre par­tes o Estados. Pero antes habría teni­do que eli­mi­nar a todos los com­pe­ti­do­res por la sobe­ra­nía. Más disto­pía que uto­pía.

En los hechos, tene­mos guer­ras híbri­das del tipo “guer­ra revo­lu­cio­na­ria”. Estas son muy estu­dia­das y no serían difí­ci­les de iden­ti­fi­car, pero la opi­nión públi­ca demo­crá­ti­ca, incli­na­da a negar que Occidente ten­ga ene­mi­gos, sigue reac­cio­nan­do deplo­ran­do la mera volun­tad de poder de quie­nes se le opo­nen. Lo mismo ocur­re entre los juri­stas.

Un rasgo de las guer­ras híbri­das de lar­ga sedi­men­ta­ción es su dimen­sión de adoc­tri­na­mien­to capi­lar del gru­po huma­no a “libe­rar”, es decir, a usar como masa sacri­fi­cial cuan­do se pasa a las armas. El adoc­tri­na­mien­to es, de hecho, la mani­pu­la­ción de los mun­dos fan­tá­sti­cos de los indi­vi­duos, poblán­do­los de ene­mi­gos mora­les a los que odiar y, maña­na, eli­mi­nar. Un joven par­ti­ci­pan­te en la incur­sión del 7 de octu­bre lla­mó a sus padres, orgul­lo­so, dicien­do: “¡Imaginaos! ¡He mata­do por lo menos a diez judíos!”.

Así, en el proyec­to de hege­mo­nía chií en Oriente Medio, Israel es ante todo “ini­mi­cus” (el ene­mi­go moral), no “hostis” (el ene­mi­go en el cam­po de batal­la, el adver­sa­rio), para adop­tar una distin­ción clá­si­ca e indi­spen­sa­ble. Un “ini­mi­cus” que se con­vier­te tam­bién en “hostis” en el cho­que arma­do, hacien­do olvi­dar a algu­nos obser­va­do­res que, en estas guer­ras atí­pi­cas, las hosti­li­da­des son la emer­gen­cia con­tin­gen­te de un con­flic­to entre dos par­tes libra­do desde hace tiem­po de otras for­mas.

En resu­men, las guer­ras de estos últi­mos años, o días, mue­stran tam­bién lo que es una guer­ra híbri­da “revo­lu­cio­na­ria”. Paradójicamente, el paci­fi­ca­dor que logra­ra la reti­ra­da del ejér­ci­to israe­lí de Gaza ten­dría que con­ti­nuar (¿y cómo?) con la liqui­da­ción de las mili­cias insur­gen­tes, o no habría paz algu­na. La guer­ra híbri­da es la con­di­ción con­stan­te del sur del Líbano, que la opi­nión públi­ca solo ve cuan­do avan­zan los tan­ques israe­líes.

Difícil, pues, arbi­trar entre odios y otras pul­sio­nes cul­tu­ra­les no nego­cia­bles, o nego­cia­bles solo entre indi­vi­duos (el judío indi­vi­dual, el pale­sti­no indi­vi­dual, el ira­ní indi­vi­dual, etc.). Ciertamente, en el fren­te ira­ní podrían nego­ciar­se con­tro­les inter­na­cio­na­les con­stan­tes y sin obstá­cu­los de los sitios de enri­que­ci­mien­to de ura­nio y plu­to­nio. Pero, man­te­nién­do­se la actual cla­se gober­nan­te en Irán, es nego­ciar lo impo­si­ble. Si se tra­ta­ra de un con­trol exter­no impue­sto, como ten­drá que ser al final, se esta­ría ponien­do bajo tute­la inter­na­cio­nal un ámbi­to (lo nuclear y los arma­men­tos) de la sobe­ra­nía nacio­nal ira­ní. Este “vul­nus” nece­sa­rio de la sobe­ra­nía entra­ría enton­ces en el ámbi­to de las inter­ven­cio­nes coer­ci­ti­vas pre­ven­ti­vas, com­pe­ten­cia de la ONU. Pero la len­ti­tud y par­cia­li­dad de la ONU —por lo que podría decir­se que duran­te déca­das ha par­ti­ci­pa­do en una guer­ra híbri­da con­tra Israel— la hace poco fia­ble, inca­paz de medi­das pre­ven­ti­vas efi­ca­ces, como ocur­rió con la pre­ten­di­da con­ten­ción de Hezbolá en el sur del Líbano.

Todo esto obli­ga al Estado judío a una fir­me auto­no­mía de acción. Una vez esta­ble­ci­da la cer­te­za e inmi­nen­cia del rie­sgo, esta auto­no­mía ejer­ce legí­ti­ma­men­te la respue­sta pre­ven­ti­va. También en el caso de Gaza pue­de soste­ner­se que la con­ti­nua­ción de la guer­ra, tras la pri­me­ra respue­sta al ata­que del 7 de octu­bre, es una legí­ti­ma pre­ven­ción de futu­ras agre­sio­nes simi­la­res.

Se discu­te aca­lo­ra­da­men­te sobre la lega­li­dad de la guer­ra de Israel, espe­cial­men­te la abier­ta con­tra Irán, y sobre su per­spi­ca­cia polí­ti­ca (los dos fren­tes abier­tos son estra­té­gi­ca­men­te uno solo). Veamos.

Según la doc­tri­na cor­rien­te, la guer­ra pre­ven­ti­va pre­su­po­ne que “no pue­de haber rein­te­gra­ción del dere­cho [en el mar­co inter­na­cio­nal] median­te un pro­ce­so regu­lar”. Pero este con­ven­ci­mien­to y sus con­se­cuen­cias san­cio­nan como legí­ti­ma una situa­ción anti­ju­rí­di­ca o pre­ju­rí­di­ca (el “esta­do de natu­ra­le­za” de Kant), lega­li­zan­do de fac­to lo que está “ex lege”. Sin embar­go, hay situa­cio­nes lími­te que el dere­cho reco­no­ce uni­ver­sal­men­te y no aban­do­na al “esta­do de natu­ra­le­za”, sino que regu­la: toda emer­gen­cia, y todo el dere­cho de guer­ra. Afirmar que no se pue­de ser al mismo tiem­po par­ti­da­rio de la guer­ra pre­ven­ti­va y demó­cra­ta en el orden inter­na­cio­nal no tie­ne en cuen­ta el esta­do de nece­si­dad.

La acción destruc­ti­va con­tra un peli­gro inmi­nen­te no tie­ne, ni pue­de tener en sí misma, una “exit stra­te­gy”. Lo urgen­te es la ani­qui­la­ción del peli­gro mismo, es decir, del ene­mi­go como tal. Cuando una guer­ra híbri­da emer­ge como com­ba­te en acto, se le apli­ca ple­na­men­te la defi­ni­ción de guer­ra. La ela­bo­ra­ción del “después” es tarea polí­ti­ca. En esto debe­rían cen­trar­se los orga­ni­smos inter­na­cio­na­les y las instan­cias polí­ti­cas, más que en el cur­so de la guer­ra, que tie­ne su pro­pia lógi­ca. Pero, como se asu­me que en Gaza no ocur­re nada polí­ti­co, sino solo un dra­ma huma­ni­ta­rio, nadie tra­ba­ja seria­men­te en el “después”.

2. ¿Qué actividad diplomática de la Santa Sede?

En este mar­co, ¿qué jui­cio públi­co y qué acción pue­den espe­rar­se de la Santa Sede? Digo “Santa Sede” pri­me­ro por­que una acción con moda­li­da­des mar­ca­da­men­te per­so­na­li­stas (en detri­men­to de la Secretaría de Estado y otros órga­nos), como la ejer­ci­da por el papa Francisco, no esta­ba, ni está, desti­na­da a tener efec­tos. Para cesar, las guer­ras no requie­ren una “voz auto­ri­za­da” más que pre­di­que la paz, por­que no hay enun­cia­dos per­for­ma­ti­vos sin rea­li­da­des o fuer­zas capa­ces de rea­li­zar­los. Para dete­ner­se, las guer­ras exi­gen la remo­ción real de sus cau­sas, al menos de una par­te nece­sa­ria y sufi­cien­te de ellas.

Para la Santa Sede, si no opta por un sabio silen­cio, sería ya rele­van­te la for­mu­la­ción públi­ca de un jui­cio “com­ple­to”. Me expli­co: con­si­de­ro incom­ple­to y final­men­te erró­neo todo enfo­que “huma­ni­ta­rio” sobre Gaza que no desi­gne explí­ci­ta­men­te a Hamas como cor­re­spon­sa­ble coti­dia­no —y pri­mer respon­sa­ble— del sufri­mien­to actual de la pobla­ción pale­sti­na.

En cuan­to al con­flic­to israelí-iraní, qui­zá se ha vislum­bra­do un jui­cio “com­ple­to”, tam­bién en el len­gua­je diplo­má­ti­co, en la audien­cia jubi­lar del 14 de junio pasa­do, cuan­do León XIV decla­ró, con la bre­ve­dad que le es pro­pia y que tan­to deseá­ba­mos, que no es líci­to aten­tar con­tra la exi­sten­cia de otros pue­blos. En su ape­la­ción, inter­ca­la­da entre los últi­mos salu­dos a gru­pos de pere­gri­nos, decía: “Nadie debe­ría ame­na­zar nun­ca la exi­sten­cia del otro. Es deber de todos los paí­ses apoyar la cau­sa de la paz […] favo­re­cien­do solu­cio­nes que garan­ti­cen segu­ri­dad y digni­dad para todos”.

Con algu­nas pala­bras más, la Santa Sede podría aso­ciar ine­quí­vo­ca­men­te esa decla­ra­ción con la cre­cien­te prác­ti­ca ira­ní de guer­ra híbri­da con­tra Israel (e indi­rec­ta­men­te con­tra los paí­ses ára­bes) en los últi­mos vein­te años. Tomar posi­ción en con­tra, aun­que solo sea en tér­mi­nos de prin­ci­pio, da fuer­za, no debi­li­dad, al ter­ce­ro, en este caso a un papa, que no se pre­sen­ta como ene­mi­go, pero mue­stra tener cri­te­rios de jui­cio.

Una exper­ta ale­ma­na en Oriente Medio habría obje­ta­do al comen­ta­rio del can­cil­ler Merz (“Israel actúa en lugar y en bene­fi­cio de un Occidente inde­fen­so”) que, en este momen­to, no es el régi­men ira­ní el que ame­na­za, sino los ciu­da­da­nos ira­níes los que están ame­na­za­dos. Ya he escri­to antes que el inte­lec­to occi­den­tal con­tem­po­rá­neo —el inte­lec­to medio— está a mer­ced de un sín­dro­me que lo inca­pa­ci­ta para distin­guir lo empá­ti­co de lo racional-analítico y que, en cual­quier caso, pri­vi­le­gia irre­fle­xi­va­men­te lo pri­me­ro. Cómplice una “koi­né” filo­só­fi­ca de salón que desde hace déca­das pri­vi­le­gia el “sen­tir”.

¿Cómo podría, si no, el “sen­tir” com­pa­si­vo bor­rar de repen­te de las men­tes el cua­dro de las rela­cio­nes entre poten­cias, las instan­cias de destruc­ción entre civi­li­za­cio­nes, la con­cre­ta irre­duc­ti­bi­li­dad de la guer­ra a la pie­dad de los espec­ta­do­res? Y este mismo “sen­tir” orde­na irra­cio­nal­men­te, cada día, tan­tos lla­ma­mien­tos afi­cio­na­dos al dere­cho inter­na­cio­nal o huma­ni­ta­rio; irra­cio­nal­men­te no por­que el lla­ma­mien­to al dere­cho no sea racio­nal, sino por­que no pue­de pen­sar­se como un recur­so a fór­mu­las apo­tro­pai­cas. Ilusiona y no sir­ve.

Que la Santa Sede recu­pe­re la secu­lar racio­na­li­dad y la com­pa­sión cató­li­ca.

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Sandro Magister ha sido fir­ma histó­ri­ca, como vati­ca­ni­sta, del sema­na­rioL’Espresso”.
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