El sesenta aniversario de la declaración conciliar “Nostra Aetate” sobre la relación con las religiones, pero sobre todo con el judaísmo, promulgada el 28 de octubre de 1965, ha tenido, por lo menos, un efecto. Ha marcado un reinicio del diálogo entre la Iglesia y los judíos, que en los últimos tiempos había registrado “malentendidos, dificultades y conflictos”, agravados por “las circunstancias políticas y las injusticias de algunos”, como reconoció el Papa León XIV al celebrar el evento.
De hecho, “Nostra Aetate” marcó un punto de inflexión en la historia milenaria de la relación entre cristianos y judíos. La Iglesia Católica reconoció que los judíos “siguen siendo muy queridos por Dios, cuyos dones y vocación son irrevocables”, y que por lo tanto ella misma, la Iglesia, “se nutre de la raíz del olivo bueno en el que han sido injertados los ramos del olivo silvestre”, donde el tronco bueno son los judíos y el injerto silvestre son todos los otros pueblos que reconocen a Jesús como el mesías, como afirmó el apóstol Pablo en la carta a los Romanos.
En los últimos años, sin embargo, el diálogo entre los dos “olivos” se había secado efectivamente, como reconocieron en varias ocasiones ambas partes, entre otros el rabino jefe de Roma, Riccardo Di Segni, en un libro reciente del cual informó Settimo Cielo.
Para recomenzar, el Papa León quiso limpiar a la Iglesia al menos de la aversión capital que todavía expresan muchas partes contra los judíos. Citó la “Nostra Aetate” donde ésta escribe que la Iglesia, “consciente del patrimonio común con los judíos, e impulsada no por razones políticas, sino por la religiosa caridad evangélica, deplora los odios, persecuciones y manifestaciones de antisemitismo de cualquier tiempo y persona contra los judíos”. Y añadió : “Desde entonces, todos mis predecesores han condenado el antisemitismo con palabras claras. Y así yo también confirmo que la Iglesia no tolera el antisemitismo y lo combate, por el mismo Evangelio”.
Y señales de la voluntad de dar nueva vida al diálogo han llegado en los días pasados también desde la parte judía. Basta ver la participación de muchos judíos prominentes en los eventos promovidos en Roma en memoria de “Nostra Aetate”, con la presencia activa del Papa.
Uno de estos eventos, organizado por la Comunidad de San Egidio, se celebró el 28 de octubre en el Coliseo, con un cálido intercambio de saludos de León con el rabino Di Segni y luego con el rabino David Rosen, director del departamento para asuntos interreligiosos del American Jewish Committee, y con el rabino Pinchas Goldschmidt (ver foto), presidente de los rabinos europeos y anteriormente rabino jefe de Moscú, autoexiliado en 2022 de Rusia a causa de la agresión de ésta a Ucrania.
Sin duda, una de las razones que más dificultades crean en el diálogo entre la Iglesia y los judíos es la diferente interpretación de las Escrituras, donde para los cristianos en el corazón de todo está el mesías Jesús, mientras que para los judíos el tema central es la promesa de la tierra a la descendencia de los patriarcas. Después de “Nostra Aetate” ya no es así, pero efectivamente durante siglos la convicción de los cristianos había sido que los judíos no podían regresar a su tierra si no después de haber reconocido como mesías a Jesús, a quien en cambio habían matado.
De ahí la oposición que durante mucho tiempo la Iglesia Católica expresó al sionismo y al nacimiento del Estado de Israel, aceptado solo en 1994 con el inicio de relaciones diplomáticas con la Santa Sede, pero siempre en una perspectiva que no tiene nada de religioso, sino que se refiere a los principios comunes del derecho internacional.
También el rabino jefe de Milán, Alfonso Arbib, interviniendo el 31 de octubre en una manifestación en Roma contra el odio antisemita, reconoció que “el nudo más complejo” en el diálogo entre la Iglesia y el judaísmo sigue siendo “la relación con Israel y con la tierra de Israel”. Si “las relaciones con el Vaticano han sido durante tanto tiempo tan problemáticas y en parte lo siguen siendo”, es precisamente porque “no se reconoce plenamente el vínculo indisoluble entre el pueblo judío y su tierra”.
Hoy nadie pretende que ambas partes concuerden en la interpretación de las Escrituras, pero los judíos ciertamente esperan que la Iglesia reconozca su vínculo esencial, también religioso, con la tierra ofrecida por Dios a Israel.
Y es precisamente este vínculo el que el texto reproducido a continuación describe.
El texto es una de las “Dieciséis fichas para conocer el judaísmo” publicadas este año en italiano e inglés por iniciativa conjunta de la Conferencia episcopal italiana y de la Unión de comunidades judías italianas.
El libro que reúne las dieciséis fichas – cuyo texto íntegro es accesible gratuitamente por internet – está principalmente destinado a las escuelas, para que en ellas se promuevan “cultura y conocimiento como verdadero antídoto a toda forma de antisemitismo”. Y llega con particular oportunidad en un momento como el actual, en el que la guerra de Gaza tras el pogromo realizado por Hamás el 7 de octubre de 2023 ha exacerbado los ánimos de muchos jóvenes precisamente contra los judíos.
El 5 de noviembre, la embajada de Italia ante la Santa Sede acogerá una presentación del libro con intervenciones tanto del presidente de la Conferencia episcopal, el cardenal Matteo Zuppi, como de la presidenta de la Unión de comunidades judías italianas, Noemi Di Segni.
Estos son los títulos de cada ficha :
1. La Biblia hebrea
2. La Torá escrita y la Torá oral
3. El nombre de Dios
4. La elección de Israel
5. Justicia y misericordia
6. Preceptos y valores
7. El calendario hebreo y el ciclo de las fiestas
8. El ciclo de la vida
9. Sacerdotes, Rabinos y … Curas
10. La mujer en la cultura judía
11. El pueblo de Israel y la tierra de Israel
12. Jesús/Yeshúa judío
13. Pablo/Shaul judío
14. Nociones de historia de los judíos italianos
15. El diálogo judeo-cristiano desde el Concilio Vaticano II hasta hoy
16. Descripción del significado correcto de algunos términos
Y he aquí lo que dice la undécima ficha.
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PUEBLO DE ISRAEL Y TIERRA DE ISRAEL
“Eretz Yisrael”, la tierra de Israel, ha sido el centro neurálgico de los sueños y aspiraciones de los judíos desde los tiempos bíblicos. El Señor dijo a Abraham : "Sal de tu tierra, de tu patria, y de la casa de tu padre, hacia la tierra que te mostraré" (Gn 12,1) y en ella Abraham caminó, cavó pozos, cuidó sus rebaños comportándose con rectitud hacia todos. Es también la tierra que Dios prometió a los descendientes de Abraham, que volverían a ella después de un largo período de exilio y esclavitud.
La tierra de Israel es llamada en la Torá tierra de Canaán, con particular referencia a la tierra al occidente del río Jordán. El territorio que se extiende al oriente del Jordán es en cambio mayormente llamado en la Torá tierra de Galaad.
La tierra de Canaán es objeto de la promesa que el Señor hizo a los patriarcas : "Os daré a ti y a tu descendencia futura la tierra en que peregrinas, la tierra de Canaán, como posesión perpetua, y seré su Dios" (Gn 17,8). Otras veces en la Torá la tierra de Israel es denominada “la tierra”, sin más atribuciones, entendiéndose como tierra especial.
En los libros proféticos, además de tierra de Canaán, se utiliza a menudo el término “tierra de Israel”, que será luego usado predominantemente, junto al término “tierra”, por los maestros de la tradición rabínica, en contraposición a las otras tierras, denominadas “hus la-hares” (fuera de la tierra) o “eretz ha-amim” (tierra de los pueblos). A veces la voz divina la llama “mi tierra”.
Un nombre adicional atribuido tradicionalmente a Israel es “Eretz ḥemdah” (tierra del deseo), para indicar el deseo de ella de Abraham, Isaac y Jacob, tanto que Abraham compró la cueva de Macpela para sepultar a su mujer Sara, el Señor impidió a Isaac salir de Israel y Jacob pidió no ser sepultado en Egipto, sino en tierra de Israel.
Muy raramente la Biblia usa la expresión "tierra santa" pero, a pesar de ello, la tierra es considerada como un don divino a Israel. Dios vigila de modo especial esta tierra y lo que en ella ocurre (Dt 11,12). La propiedad pertenece, de hecho, de manera exclusiva al Eterno y su uso está condicionado al respeto de sus leyes. El don hecho a Israel no es gratuito : el Señor ha dado tres buenos dones a Israel, la Torá, la tierra de Israel y el mundo futuro, y ninguno de estos fue dado sino a través de sufrimientos (Berakhot 5a).
La centralidad de “Eretz Yisrael” ha sido siempre el componente principal del culto y de la conciencia judíos. Cuando se reza, uno se dirige hacia la tierra de Israel, y en particular hacia Jerusalén y el lugar donde se alzaba el Santuario, y la relación con ella se mantiene mediante la observancia de las festividades religiosas, casi todas ligadas a las estaciones agrícolas de la tierra de Israel, y mediante el estudio de las leyes concernientes al uso sagrado del territorio.
Este poderoso vínculo espiritual, pero también físico, se convierte en el componente de una identidad colectiva ideal. La esperanza de un retorno a la tierra es objeto diario de oraciones y ha desarrollado una inmensa literatura litúrgica y mística, además de la prescripción de varios preceptos, no ligados exclusivamente a la vida agrícola. La aplicación del derecho penal, por ejemplo, no puede practicarse fuera de Israel, y también en Israel algunos preceptos necesitan condiciones preliminares como la soberanía de todo el pueblo judío de su propia tierra.
La relación entre tierra, pueblo y Torá ha ejercido, en el curso de la historia, una influencia decisiva en todas las comunidades judías, y la nostalgia de la patria perdida ha empujado a los judíos al camino del retorno. En la época en que el sionismo político envía a Palestina las primeras olas de inmigración, una comunidad judía ya existía en las viejas ciudades santas de Jerusalén, Tiberíades, Safed y Hebrón, desde los tiempos antiguos.
El viejo “Yishuv”, o sea la comunidad preexistente a las inmigraciones más recientes, era muy pobre y ortodoxo y vivía de la limosna de las comunidades judías de la diáspora. Este da testimonio de la continuidad de la presencia de los judíos en Palestina y es expresión del fervor religioso, de la esperanza del retorno, de las olas de entusiasmo mesiánico que verán sus aspiraciones transformarse en una realidad política precisamente con el movimiento nacional judío, denominado sionismo.
El sionismo es el movimiento por la autodeterminación política del pueblo judío, que llevó en 1948 al nacimiento del Estado de Israel. ¿Criticar al gobierno israelí por una decisión suya significa ser antisionistas ? Evidentemente no. Sí lo es, en cambio, no reconocer al pueblo judío el derecho a su propia vida nacional.
Antes del nacimiento del Estado de Israel había judíos sionistas y judíos antisionistas, eran opciones lícitas. Ser antisionista hoy significa querer la destrucción de un Estado, no perfecto, pero democrático, que tiene nueve millones de ciudadanos.
Las autoridades eclesiásticas fueron en su mayor parte contrarias al sionismo y al nacimiento del Estado de Israel, inicialmente por motivaciones religiosas ligadas al no reconocimiento del mesianismo de Jesús, pero desde 1994 se iniciaron relaciones diplomáticas regulares entre Israel y la Santa Sede, con la apertura de una nunciatura en Israel y de una embajada israelí en Roma.
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Sandro Magister ha sido firma histórica, como vaticanista, del semanario "L'Espresso".
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