Al sur de Gaza, en el corazón de la península del Sinaí, se alza un monasterio cristiano que también ha sido objeto, en estos meses, de una disputa internacional política y religiosa sobre quién lo gobierna realmente, una disputa al menos provisionalmente resuelta el pasado 16 de octubre por un "acuerdo preliminar común" firmado por los ministros de asuntos exteriores de Grecia y Egipto y, tres días después, por la ordenación episcopal de un nuevo abad.
El monasterio está dedicado a Santa Catalina de Alejandría, de la que custodia el cuerpo, y se levanta a 1570 metros de altitud en pleno desierto, en el lugar de la zarza ardiente donde Dios se reveló a Moisés y en las laderas del Gebel Musa, el monte en el que el profeta y conductor del pueblo de Israel en camino hacia la tierra prometida recibió de Dios las tablas de la ley.
Fundado en el siglo VI por el emperador bizantino Justiniano, es el monasterio cristiano más antiguo habitado ininterrumpidamente hasta hoy, también gracias a la protección que le concedió Mahoma en el año 623 y luego confirmada por los sultanes otomanos, de lo cual es signo en su interior una pequeña mezquita construida en época fatimí.
Alberga la colección más rica de iconos bizantinos anteriores a la destructiva etapa de la iconoclastia y ha conservado una de las colecciones más amplias del mundo de manuscritos antiguos, entre los cuales el Codex Sinaiticus de la primera mitad del siglo IV, ahora en el British Museum, con el texto completo del Nuevo Testamento y gran parte de la versión griega del Antiguo.
Lo que avivó la controversia fue, el 28 de mayo de este año, una sentencia del Tribunal de Apelaciones egipcio de Ismailia, que estableció que las propiedades del monasterio pertenecen a Egipto y están sujetas a la supervisión de los ministerios de antigüedades y medio ambiente, sin perjuicio de la facultad de los monjes de habitarlo. Al mismo tiempo, sin embargo, otra disputa, más religiosa, dividía en dos a la comunidad monástica. Una docena de monjes, de un total de 22, se había rebelado contra el abad del monasterio, Damianos, en el cargo desde 1974. Y el principal motivo del enfrentamiento era el grado de autonomía o de dependencia del monasterio respecto al patriarcado greco-ortodoxo de Jerusalén, dirigido desde 2005 por Teófilo III.
Damianos, que también era arzobispo de Sinaí, Pharan y Raitho y es griego como lo son todos los miembros de la jerarquía del patriarcado jerosolimitano, reivindicaba la autonomía del monasterio, "libre, inviolable y no sujeto a ningún trono patriarcal", y se valía en esto del apoyo tanto de la Iglesia ortodoxa griega, como del patriarca ecuménico de Constantinopla Bartolomé. Mientras que sus detractores querían depender, en cambio, del patriarcado de Jerusalén.
El cual, en una carta del 2 de julio de Teófilo a Damianos, volvía a afirmar que era tal patriarcado, el de Jerusalén, el que detentaba "la jurisdicción espiritual y canónica sobre el monasterio patriarcal y 'stavropegial' [es decir, sometido a dependencia directa — ndr] del Sinaí" y que cada uno de sus abades era también "obispo de la 24ª sede episcopal del patriarcado". Para confirmación de esto estaría también el hecho de que, por antigua tradición, es el patriarca de Jerusalén quien ordena obispo a cada nuevo abad de Santa Catalina.
En el terreno más estrictamente político, el gobierno griego inició inmediatamente una negociación con el gobierno egipcio. Y mientras tanto, en Atenas, aprobó una ley que contrarrestaba la sentencia de Ismailia, instituyendo una nueva entidad jurídica para "gestionar los bienes muebles e inmuebles del monasterio", con los miembros del consejo de administración de la nueva entidad nombrados por el ministro griego de educación y asuntos religiosos.
Esto avivó aún más el conflicto dentro del monasterio, lanzando los rebeldes ahora también contra Damianos la acusación de haber colaborado con el gobierno griego en la elaboración de la nueva ley, sin consultar a los monjes.
En Atenas, a principios de agosto, una delegación del patriarcado de Jerusalén fue retenida durante tres días en vana espera de un encuentro con Damianos, logrando finalmente encontrarse no con él sino solo con algunos de sus colaboradores y con un funcionario del gobierno griego.
Los delegados del patriarca se dirigieron entonces a Santa Catalina para encontrarse con los monjes alineados con ellos, con la consiguiente irritación del gobierno griego, que los acusó de dañar las negociaciones en curso con Egipto sobre los efectos de la sentencia de Ismailia.
El 26 de agosto, al regreso de Damianos a Santa Catalina, estallaron tumultos. Los monjes rebeldes fueron expulsados y las puertas del monasterio cerradas, mientras el patriarcado ecuménico de Constantinopla y el patriarcado de Jerusalén, reafirmaban sus respectivas posiciones opuestas.
Desde Jerusalén, Damianos fue llamado a rendir cuentas al santo sínodo del patriarcado, convocado para el 8 de septiembre.
El abad se dirigió, en cambio, de nuevo a Atenas, donde el 8 de septiembre –a la misma hora en que en Jerusalén el santo sínodo del patriarcado lo deponía como arzobispo de Sinaí, Pharan y Raitho y solicitaba la elección de un sucesor– anunció él mismo su dimisión y el inminente nombramiento de un nuevo abad, sin perjuicio, según él, de que la autonomía del monasterio del Sinaí había sido "definida de modo irrevocable por el sello del patriarca ecuménico Gabriel IV en 1782", con el patriarcado de Constantinopla que sigue siendo "el árbitro panortodoxo supremo". Todo esto con el acuerdo del gobierno griego y de la Iglesia de Grecia.
Lo cierto es que el domingo siguiente, 14 de septiembre, los monjes del monasterio de Santa Catalina eligieron por unanimidad al nuevo abad en la persona de Simeón Papadópoulos, ya archimandrita del monasterio de Alepochori, en Grecia, con el declarado apoyo del primado de la Iglesia de Grecia, Jerónimo, y del patriarca ecuménico Bartolomé, con quienes se encontró, respectivamente, el 23 de septiembre en Atenas y el 9 de octubre en Estambul, además del gobierno griego.
Pero para ordenar al nuevo abad arzobispo de Sinaí, Pharan y Raitho, el 19 de octubre, fue de nuevo, según la tradición, el patriarca de Jerusalén Teófilo III, en la basílica del Santo Sepulcro, en un rito de cuatro horas en presencia de representantes de otras Iglesias ortodoxas, entre las cuales el patriarcado de Alejandría, y de los dos miembros del gobierno griego, el ministro de asuntos exteriores, George Gerapetritis, y el secretario general para asuntos religiosos, George Kalantzis, que habían sido los principales artífices de la reconciliación en el monasterio de Santa Catalina. Ni en la homilía del nuevo abad y arzobispo Simeón, ni en el transcurso de las ceremonias se hizo ya mención explícita a la pretensión del patriarcado de Jerusalén de un control directo del monasterio.
Y siempre en esos días, a mediados de octubre, llegó también un “acuerdo preliminar" entre los ministros de asuntos exteriores de Grecia y Egipto sobre la propiedad del monasterio de Santa Catalina, implícitamente reconocida a Egipto, pero con "el carácter del monasterio garantizado para permanecer inalterado a perpetuidad", con la prohibición de "cualquier transformación tanto del monasterio como del resto de los lugares de culto" y la seguridad de que "los monjes permanezcan".
Sin embargo, sigue sin resolverse, en el fondo de todo, la cuestión de quién, en el campo ortodoxo, supervisa el monasterio de Santa Catalina, con las tesis opuestas por un lado del patriarcado ecuménico de Constantinopla y por otro del patriarcado de Jerusalén.
Como prueba de lo fuerte que es tal contraposición y de que va mucho más allá del control del monasterio del Sinaí, hubo el 22 de octubre una declaración del patriarca ecuménico Bartolomé, quien al aproximarse la solemne celebración, el 28 de noviembre en Iznik en Turquía, de los 1700 años del concilio de Nicea, hizo saber que participarían en persona, además de él y del papa León XIV, los patriarcas de Alejandría y de Antioquía, pero no el de Jerusalén, el quinto de la llamada "pentarquía" patriarcal del primer milenio, no habiendo éste respondido a su invitación escrita.
Al analizar los motivos de este rechazo, Peter Anderson, el estudioso de Seattle que es uno de los mayores expertos mundiales de la ortodoxia, destacó los vínculos que existen entre el patriarca de Jerusalén y el patriarca de Moscú, Kiril, acentuados por su común apoyo a la agresión de Rusia a Ucrania.
Kiril no soporta que se vuelva a dar valor a la "pentarquía" del primer milenio, a la cual el tardío patriarcado de Moscú no podía pertenecer porque aún no había nacido. Y, por lo tanto, no vería con favor que el patriarca de Jerusalén se trasladara a Iznik, aceptando la invitación de Bartolomé, el archirrival del propio Kiril en el campo de la ortodoxia.
Mientras tanto, a Santa Catalina acuden cada día –ignorantes de todo esto– grupos de visitantes desde Sharm el Sheikh y desde otros lugares de vacaciones en el Mar Rojo. A lo que se suma el proyecto, lanzado en 2021 por el gobierno egipcio, de la construcción en los alrededores del monasterio de un aeropuerto internacional y de un grandioso complejo de hoteles de lujo y residencias, con el nombre de "Great Transfiguration Project".
Las obras están ahora bloqueadas por dificultades de financiación y por la oposición de organismos internacionales como la UNESCO y la "St. Catherine Foundation" presidida por el rey Carlos de Inglaterra. Y también la guerra de Gaza ha contribuido a frenar las construcciones. Su futuro, en los montes del Sinaí, tiene una siniestra similitud con las "Rivieras" de posguerra tan alabadas para ese tramo de costa.
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Sandro Magister ha sido firma histórica, como vaticanista, del semanario "L'Espresso".
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