Es Jesús el único que salva, dice León. Nada de igualdad entre religiones

Una Iglesia uni­da sobre las ver­da­des esen­cia­les de la fe cri­stia­na : eso es lo que quie­re el papa León, a juz­gar por los actos y las pala­bras de su ini­cio de pon­ti­fi­ca­do.

¿Y qué ver­dad es más fun­da­men­tal para el cri­stia­ni­smo que aquel­la que ve en Jesús al úni­co sal­va­dor de todos los hom­bres ?

León recor­dó con las pala­bras más sim­ples y níti­das este “cre­do” pri­mor­dial en el discur­so que diri­gió el 25 de ago­sto a un gru­po de mona­guil­los veni­dos de Francia :

“¿Quién ven­drá a sal­var­nos ? ¿No solo de nue­stros sufri­mien­tos, de nue­stros lími­tes y de nue­stros erro­res, sino tam­bién de la muer­te misma ? La respue­sta es per­fec­ta­men­te cla­ra y resue­na en la histo­ria desde hace 2000 años : solo Jesús vie­ne a sal­var­nos, nadie más : por­que solo Él tie­ne el poder de hacer­lo – Él es Dios Omnipotente en per­so­na – y por­que nos ama. San Pedro lo dijo con fuer­za : ‘Bajo el cie­lo no se ha dado a los hom­bres otro nom­bre por el que deba­mos sal­var­nos’ (Hch 4, 12). No olvi­déis nun­ca estas pala­bras, que­ri­dos ami­gos, gra­bad­las en vue­stro cora­zón ; y poned a Jesús en el cen­tro de vue­stra vida”.

Y, sin embar­go, pre­ci­sa­men­te sobre este pilar fun­da­men­tal de la fe cri­stia­na, se encen­dió hace un cuar­to de siglo, en la Iglesia, una dispu­ta muy insi­dio­sa, bajo la ban­de­ra del diá­lo­go entre las reli­gio­nes y de la igual­dad entre los cami­nos de sal­va­ción. Una dispu­ta que el papa de enton­ces, Juan Pablo II, y su custo­dio de la doc­tri­na, el car­de­nal Joseph Ratzinger, inten­ta­ron resol­ver con la decla­ra­ción “Dominus Iesus” del 6 de ago­sto de 2000, “sobre la uni­ci­dad y la uni­ver­sa­li­dad sal­ví­fi­ca de Jesucristo y de la Iglesia”.

Con el resul­ta­do de avi­var aún más el con­flic­to. La “Dominus Iesus” fue con­te­sta­da a todos los nive­les : pasto­ral, teo­ló­gi­co, jerár­qui­co. La cri­ti­ca­ron ilu­stres car­de­na­les como Walter Kasper, Edward Cassidy, Carlo María Martini.

Tampoco la dispu­ta se cal­mó en los años siguien­tes. Tanto es así que, en 2005, en el pre­cón­cla­ve tras la muer­te de Juan Pablo II, el car­de­nal Giacomo Biffi se sin­tió en el deber de “seña­lar al pró­xi­mo papa” pre­ci­sa­men­te “el increí­ble caso de la 'Dominus Iesus’”. Y expli­có así la razón :

“Que Jesús es el úni­co Salvador nece­sa­rio de todos es una ver­dad que en vein­te siglos – a par­tir del discur­so de Pedro después de Pentecostés – no se había escu­cha­do la nece­si­dad de recla­mar jamás. Esta ver­dad es, por decir­lo así, el gra­do míni­mo de la fe ; es la cer­te­za pri­mor­dial, es entre los creyen­tes el dato sim­ple y más esen­cial. En dos mil años no ha sido jamás pue­sta en duda, ni siquie­ra duran­te la cri­sis arria­na y ni siquie­ra con oca­sión del descar­ri­la­mien­to de la Reforma pro­te­stan­te. El haber teni­do que recor­dar­la en nue­stros días nos da la medi­da de la gra­ve­dad de la situa­ción actual”.

Del cón­cla­ve de 2005 salió ele­gi­do Benedicto XVI, quien había escri­to y fir­ma­do la “Dominus Iesus”. Pero ni siquie­ra él logró apa­ci­guar la con­tien­da. Todavía en 2014, dos años después de su renun­cia al papa­do y rei­nan­do Francisco, muchos – un nom­bre entre todos, el del histo­ria­dor de la Iglesia Alberto Melloni – seguían dan­do cré­di­to a la “fake news” según la cual quie­nes habían escri­to ese docu­men­to eran incul­tos redac­to­res de curia, impru­den­te­men­te deja­dos actuar por Juan Pablo II y Ratzinger.

Con Ratzinger, quien, en cam­bio, rela­tó por escri­to este tra­sfon­do incon­tro­ver­ti­ble, desde el con­ven­to don­de se había reti­ra­do después de su renun­cia al papa­do :

“Ante el tor­bel­li­no que se había crea­do alre­de­dor de la ‘Dominus Iesus’, Juan Pablo II me dijo que en el Ángelus [del domin­go 1 de octu­bre de 2000] tenía la inten­ción de defen­der ine­quí­vo­ca­men­te el docu­men­to. Me invi­tó a escri­bir un tex­to para el Ángelus que fue­ra irre­fu­ta­ble y que no per­mi­tie­ra una inter­pre­ta­ción distin­ta. Tenía que emer­ger de mane­ra del todo incue­stio­na­ble que él apro­ba­ba el docu­men­to incon­di­cio­nal­men­te. Preparé, por tan­to, un bre­ve discur­so ; no que­ría, sin embar­go, ser dema­sia­do bru­sco, por lo que inten­té expre­sar­me con cla­ri­dad, pero sin dure­za. Después de leer­lo, el Papa me pre­gun­tó de nue­vo : ‘¿Realmente es lo bastan­te cla­ro?’. Respondí que sí”.

Con esta apo­stil­la final, sutil­men­te iró­ni­ca : “Quien cono­ce a los teó­lo­gos no se asom­bra­rá del hecho que, a pesar de todo, hubo per­so­nas que segui­da­men­te sostu­vie­ron que el Papa había toma­do pru­den­te­men­te las distan­cias de ese tex­to”.

Tampoco con el papa Francisco la con­tien­da se paci­fi­có. Todo lo con­tra­rio. Él mismo la man­tu­vo bien viva, si se relee lo que dijo tex­tual­men­te sobre la igual­dad de todas las reli­gio­nes con respec­to a la sal­va­ción, el 13 de sep­tiem­bre de 2024 en Singapur :

“Una de las cosas que más me ha impre­sio­na­do de voso­tros, jóve­nes, de voso­tros aquí, es la capa­ci­dad del diá­lo­go inter­re­li­gio­so. Y esto es muy impor­tan­te, por­que si empe­záis a pelear : ‘¡Mi reli­gión es más impor­tan­te que la tuya…!’, ‘¡La mía es la ver­da­de­ra, la tuya no es ver­da­de­ra…!’. ¿A dón­de lle­va todo esto ? ¿A dón­de ? Que alguien respon­da, ¿a dón­de ? [Alguien respon­de : ‘A la destruc­ción’]. Así es. Todas las reli­gio­nes son un cami­no para lle­gar a Dios. Son – hago una com­pa­ra­ción – como dife­ren­tes len­guas, dife­ren­tes idio­mas, para lle­gar allí. Pero Dios es Dios para todos. Y pue­sto que Dios es Dios para todos, noso­tros somos todos hijos de Dios. ‘¡Pero mi Dios es más impor­tan­te que el tuyo!’. ¿Es eso cier­to ? Hay un solo Dios, y noso­tros, nue­stras reli­gio­nes son len­guas, cami­nos para lle­gar a Dios. Alguno sikh, algu­no musul­mán, algu­no hin­dú, algu­no cri­stia­no, pero son dife­ren­tes cami­nos. Understood ? ¿Entendido?”.

Con Francisco, lo ate­nuan­te era que nadie toma­ba ya al pie de la letra lo que él decía, después de años de sus pala­bras vagas y con­tra­dic­to­rias sobre los más dispa­res temas.

¿Pero con León ? La cla­ri­dad expre­si­va es un don suyo indi­scu­ti­ble. Y esas pocas, niti­dí­si­mas pala­bras que dijo el 25 de ago­sto a los mona­guil­los fran­ce­ses son una sín­te­sis per­fec­ta de la ver­dad pri­mor­dial y fun­dan­te de la fe cri­stia­na : la cer­te­za de que “solo Jesús vie­ne a sal­var­nos, nadie más”.

León no citó en su apoyo la “Dominus Iesus”. No hizo men­ción de lo con­te­sta­da que fue. Pero indi­có la direc­ción de mar­cha hacia la que quie­re que cami­ne la Iglesia, sobre esta cue­stión deci­si­va.

Con una ulte­rior adver­ten­cia igual­men­te vital. Porque después de exhor­tar a “gra­bar en el cora­zón” la afir­ma­ción de Pedro sobre Jesús : “Bajo el cie­lo no se ha dado a los hom­bres otro nom­bre por el que deba­mos sal­var­nos”, pro­si­guió así :

“Y la Iglesia, de gene­ra­ción en gene­ra­ción, custo­dia con cui­da­do la memo­ria de la muer­te y de la resur­rec­ción del Señor de la que es testi­go, como su teso­ro más pre­cio­so. La custo­dia y la tran­smi­te cele­bran­do la euca­ri­stía que voso­tros tenéis la ale­gría y el honor de ser­vir. La euca­ri­stía es el teso­ro de la Iglesia, el teso­ro de los teso­ros. Desde el pri­mer día de su exi­sten­cia, y lue­go en los siglos, la Iglesia ha cele­bra­do la misa, de domin­go en domin­go, para recor­dar­se qué es lo que su Señor ha hecho por ella. En las manos del sacer­do­te, y a sus pala­bras ‘esto es mi cuer­po, esta es mi san­gre’, Jesús dona toda­vía su vida sobre el altar, der­ra­ma toda­vía su san­gre por noso­tros hoy. Queridos mona­guil­los, ¡la cele­bra­ción de la misa nos sal­va hoy ! ¡Salva al mun­do hoy ! Es el even­to más impor­tan­te de la vida del cri­stia­no y de la vida de la Iglesia, por­que es el encuen­tro en el que Dios se dona a noso­tros por amor, una y otra vez. El cri­stia­no no va a misa por deber, sino por­que tie­ne abso­lu­ta nece­si­dad de ello ; ¡la nece­si­dad de la vida de Dios que se dona sin pedir nada a cam­bio!”.

Jesús úni­co sal­va­dor de todos y la euca­ri­stía. La fe y el sacra­men­to. El papa León va sim­ple­men­te al cora­zón del cri­stia­ni­smo y es allí don­de quie­re con­du­cir a la Iglesia, uni­da en lo esen­cial. “In illo uno unum”, dice su lema, con las pala­bras de san Agustín : uni­dos en Jesús, y solo en Él.

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Sandro Magister ha sido fir­ma histó­ri­ca, como vati­ca­ni­sta, del sema­na­rio "L'Espresso".
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Todos los artí­cu­los de su blog Settimo Cielo están dispo­ni­bles en españoldesde 2017 hasta hoy.
También el índi­ce com­ple­to de todos los artí­cu­los en español,desde 2006 a 2016.

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