En el Meeting que Comunión y Liberación celebra cada final de agosto en Rímini, este año con el título general “En los lugares desiertos construiremos con ladrillos nuevos”, destaca una exposición dedicada a los mártires de Argelia, ilustrada también por un libro de próxima publicación impreso por la Libreria Editrice Vaticana.
Pocos saben que el 8 de mayo, cuando el Papa León fue elegido, era el día de la memoria litúrgica precisamente de estos mártires, y que en Numidia, la moderna Argelia, nació y vivió Agustín, de quien el mismo León se define "hijo".
Y, de hecho, en el mensaje que dirigió a los promotores del Meeting, firmado por el cardenal secretario de Estado Pietro Parolin, quiso destacar esta cercanía suya :
"El Santo Padre ha apreciado que una de las exposiciones que caracterizan el Meeting de este año esté dedicada al testimonio de los mártires de Argelia. En ellos resplandece la vocación de la Iglesia a habitar el desierto en profunda comunión con toda la humanidad, superando los muros de desconfianza que contraponen las religiones y las culturas, en la imitación integral del movimiento de encarnación y de donación del Hijo de Dios. Es este camino de presencia y de simplicidad, de conocimiento y de ‘diálogo de vida’ la verdadera vía de la misión. No una auto-exhibición, en la contraposición de las identidades, sino el don de sí hasta el martirio de quien adora día y noche, en la alegría y en las tribulaciones, sólo a Jesús como Señor".
Los mártires de Argelia de los que se hace memoria son los diecinueve representados en el icono aquí reproducido, pintado por la hermana Odile, una religiosa de las Pequeñas Hermanas de Nazaret, todos asesinados entre 1994 y 1996, en pleno "decenio negro" de la guerra civil que causó en Argelia 150.000 muertos.
Entre ellos hay un obispo, Pierre-Lucien Claverie, dominico, "pied-noir", es decir, francés nacido en Argelia, de la diócesis de Orán, asesinado el 1 de agosto de 1996 junto a su amigo y conductor musulmán Mohamed Bouchikhi, representado también en el icono, el único sin aureola.
Y luego están los más conocidos de los diecinueve : los siete monjes trapenses del monasterio de Tibhirine, en los montes Atlas, secuestrados con su prior Christian de Chergé en la noche entre el 26 y el 27 de marzo de 1996 y declarados muertos el posterior 21 de mayo cuando cerca de Médéa fueron encontradas sus cabezas cercenadas, cuya historia fue recogida por la película "De dioses y hombres", dirigida por Xavier Beauvois, premiada en el festival de Cannes de 2010 y ahora representada en el Meeting de Rímini.
Pero la memoria y la veneración van también a los cuatro "padres blancos" – los Misioneros de África fundados en el siglo XIX por el entonces obispo y cardenal de Argel Charles Lavigerie – asesinados en Tizi Ouzou ; a las dos hermanas de blanco misioneras de Nuestra Señora de los Apóstoles ; a las dos hermanas misioneras agustinas asesinadas junto a una Pequeña Hermana de Charles de Foucauld ; y finalmente al fraile marista encargado de una biblioteca y a la religiosa de las Pequeñas Hermanas de la Asunción asesinada con él, retratada de rodillas en el icono.
En la exposición y en el libro se relatan e ilustran las historias de cada uno de estos mártires, beatificados el 8 de diciembre de 2018 en Argelia, en el Santuario de Notre-Dame de Santa Cruz en Orán.
Pero todas estas sus historias tienen rasgos comunes, que es importante destacar porque tocan cuestiones vitales de la presencia de los cristianos en la sociedad.
Floreciente en los primeros siglos, la presencia cristiana en la actual Argelia declinó después de la conquista llevada a cabo por los musulmanes y prácticamente desapareció a partir del siglo XVII. En el siglo XIX, un resurgir de dicha presencia estuvo ligado al dominio colonial francés, pero ya entonces con una visión diferente personificada por Charles de Foucauld y su vida eremítica entre los musulmanes tuareg, en Tamanrasset, en pleno desierto del Sahara.
Con la guerra de independencia de Argelia, concluida en 1962, estalló esta "burbuja colonial" y los "pieds-noirs" se refugiaron casi todos en Francia. Los cristianos que quedaron, todos extranjeros, formaban una pequeña y frágil comunidad que se reconocía "huésped" del pueblo argelino, en su totalidad musulmán. Pero quisieron también compartir con la población la vida y las obras, en un diálogo que tocaba también las respectivas fes.
Con acentos diversos. Si por un lado el prior de Tibhirine, Christian de Chergé, apuntaba a la unidad, a pesar de las diferencias, entre cristianismo e islam, hacia una común invocación del mismo Dios, por otro lado el obispo Claverie insistía más bien en lo específico de la fe cristiana : "No habrá encuentro, diálogo, amistad si no es sobre la base de una diferencia reconocida, aceptada. Amar al otro en su diferencia es la única posibilidad de amarlo".
Pero lo que puso a prueba a los cristianos fue la guerra civil que estalló en Argelia en 1990, entre la élite laica poscolonial en el poder y los musulmanes radicales del Frente Islámico de Salvación, victoriosos en las elecciones, pero a los que se impidió gobernar.
En 1993, el ala extrema de los rebeldes, el Grupo Islámico Armado, lanza un ultimátum a todos los "extranjeros", palabra que para ellos es también sinónimo de los cristianos. En un mes deben abandonar Argelia, so pena de muerte. Y apenas expirado el ultimátum comienza la serie de asesinatos.
¿Qué hacer ? ¿Marcharse o quedarse ? Para los cristianos está en juego la vida. El obispo de Argel Henri Teissier dirige a los religiosos, uno a uno, tal pregunta. Pero la respuesta de todos es quedarse. Y el martirio de los diecinueve es el fruto de esta elección suya.
Dos respuestas, en particular, han hecho historia. De un monje y de un obispo.
El monje era el prior de Tibhirine, Christian de Chergé. De quien tenemos el testamento espiritual, escrito por él en los días del ultimátum y reproducido íntegramente en el libro dedicado a los diecinueve mártires de Argelia. "Una de las páginas más bellas jamás escritas en el siglo XX", la definió el cardenal Angelo Scola, creador hace años de la Fundación Oasis para el diálogo islamo-cristiano que promueve la exposición de Rímini junto a la Libreria Editrice Vaticana.
Estas son sus líneas iniciales :
“Si me sucediera un día –y ese día podría ser hoy– ser víctima del terrorismo que parece querer abarcar en este momento a todos los extranjeros que viven en Argelia, yo quisiera que mi comunidad, mi Iglesia, mi familia, recuerden que mi vida estaba entregada a Dios y a este país.
“Que ellos acepten que el Único Maestro de toda vida no podría permanecer ajeno a esta partida brutal. Que recen por mí. ¿Cómo podría yo ser hallado digno de tal ofrenda ? Que sepan asociar esta muerte a tantas otras tan violentas y abandonadas en la indiferencia del anonimato.
“Mi vida no tiene más valor que otra vida. Tampoco tiene menos. En todo caso, no tiene la inocencia de la infancia. He vivido bastante como para saberme cómplice del mal que parece, desgraciadamente, prevalecer en el mundo, inclusive del que podría golpearme ciegamente. Desearía, llegado el momento, tener ese instante de lucidez que me permita pedir el perdón de Dios y el de mis hermanos los hombres, y perdonar, al mismo tiempo, de todo corazón, a quien me hubiera herido”.
Y estas las líneas conclusivas, dirigidas también a su asesino :
“Por esta vida perdida, totalmente mía y totalmente de ellos, doy gracias a Dios que parece haberla querido enteramente para este gozo, contra y a pesar de todo.
“En este ‘gracias’ en el que está todo dicho, de ahora en más, sobre mi vida, yo os incluyo, por supuesto, amigos de ayer y de hoy, y a vosotros, amigos de aquí, junto a mi madre y mi padre, mis hermanas y hermanos y los suyos, ¡el céntuplo concedido, como fue prometido !
“Y a ti también, amigo del último instante, que no habrás sabido lo que hacías. Sí, para ti también quiero este gracias, y este ‘a‑Dios’ en cuyo rostro te contemplo. Y que nos sea concedido encontrarnos como ladrones felices en el paraíso, si así lo quiere Dios, Padre nuestro, tuyo y mío. ¡Amén ! ¡Inshallah!”.
La otra conmovedora respuesta a la pregunta "¿marcharse o quedarse?" es la del obispo de Orán, Pierre-Lucien Claverie, en la homilía pronunciada por él en Prouilhe, lugar de fundación de la orden dominicana, el 23 de junio de 1996, cinco semanas antes de ser asesinado.
He aquí el texto íntegro :
"Desde que comenzó el drama argelino, se me pregunta a menudo : '¿Qué hacéis ahí abajo ? ¿Por qué os quedáis ? ¡Sacudid el polvo de vuestras sandalias ! ¡Regresad a casa!'.
"¿A casa…? ¿Dónde es casa para nosotros ? Estamos allí a causa de este Mesías crucificado. ¡Por ningún otro motivo, por ninguna otra persona ! No tenemos intereses que defender, ninguna influencia que mantener. No nos mueve quién sabe qué perversión masoquista o suicida. No tenemos ningún poder, pero estamos allí como al lado de un amigo, de un hermano enfermo, en silencio, apretándole la mano, secándole la frente. A causa de Jesús, porque es Él quien sufre, en esa violencia que no perdona a nadie, crucificado de nuevo en la carne de miles de inocentes. Como María, su madre, como san Juan, estamos allí, a los pies de la Cruz donde Jesús muere, abandonado por los suyos, ridiculizado por la multitud. Para un cristiano, ¿no es esencial estar allí, en los lugares del sufrimiento, en los lugares del abandono, de la desolación ?
"¿Dónde debería estar la Iglesia de Jesús, que es ella misma Cuerpo de Cristo, si no ante todo allí ? Yo creo que ella muere precisamente por el hecho de no estar suficientemente cerca de la Cruz de Jesús.
"Por muy paradójico que os pueda parecer – y san Pablo lo demuestra claramente – la fuerza, la vitalidad, la esperanza, la fecundidad cristiana, la fecundidad de la Iglesia vienen de allí. No de otro lugar, no de otro modo. Todo, todo lo demás no es más que humo en los ojos, ilusión mundana.
"Se equivoca, la Iglesia, y engaña al mundo cuando se presenta como una potencia entre otras, como una organización, incluso humanitaria, o como un movimiento evangélico espectacular. Puede incluso brillar, pero no arde con el fuego del amor de Dios, fuerte como la muerte, dice el Cantar de los Cantares.
"Porque se trata precisamente de amor, aquí. Amor, ante todo, y sólo amor. Una pasión de la que Jesús nos ha dado el gusto y trazado el camino : no hay amor más grande que dar la vida por los propios amigos. Dar la vida. No es algo reservado a los mártires – o mejor, quizás todos estamos llamados a convertirnos en mártires, testigos del don gratuito del amor, del don gratuito de la propia vida.
"Este don nos viene de la gracia de Dios dada en Jesucristo. En cada decisión, en cada acto, dar concretamente algo de uno mismo : el propio tiempo, la propia sonrisa, la propia amistad, la propia competencia, la propia presencia, incluso silenciosa, incluso impotente, la propia atención, el propio sostén material, moral y espiritual, la propia mano tendida, sin cálculo, sin reservas, sin miedo a perderse".
Al frente de la diócesis de Orán, que cuenta con 1600 fieles de varias nacionalidades sobre más de 10 millones de residentes argelinos, está hoy el italiano Davide Carraro, del Pontificio Instituto para las Misiones Extranjeras. Mientras que en el monasterio de Tibhirine – cuyos actuales cinco monjes se trasladaron a Marruecos, a Midelt, siempre en los montes Atlas – hay hoy una comunidad de Chemin Neuf, que mantiene viva para los visitadores la memoria de los mártires.
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Sandro Magister ha sido firma histórica, como vaticanista, del semanario "L'Espresso".
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